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Test de Perogrullo

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A raíz de las recientes polémicas sobre cultura, política y política cultural, le propongo que se someta a este cuestionario breve. Seleccione la opción que mejor se ajuste a su opinión en cada caso. Al final del cuestionario encontrará la solución. 1. Suponga que es verano y dígame: ¿a quién va a dejar usted al cargo de su perro, su buzón y sus plantas mientras parte, feliz, de vacaciones? a) A alguien de buena voluntad, que además sepa cómo cuidar de todo. b) A uno que pasaba por allí, pero que le sonaba de vista, igual del bar. c) A quien alardee, alto y claro, de su enconado odio al mundo animal, postal y vegetal, y de su determinación de acabar con los tres. 2. Imagínese ya a su regreso: ¿en quién delegará la tierna educación de sus hijitos? ¿Quién quiere que les cure los rasguños? ¿A quién le encargará el pastel de cumpleaños? a) A alguien bienintencionado y mejor preparado. b) A quien esté a mano, qué sé yo, la portera, qué más dará uno u otro si son todos iguales. c) A quien pr

Habrá quien viva bien

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Según cómo, un centro comercial podría parecernos el paradigma de la libertad. Entra uno, se pasea a su antojo arropado por una multitud de deambulantes libres, y gozan juntos de los escaparates, de ese olor a nuevo y a gofre con helado, de la posibilidad de escoger cualquier cosa. Todo está a nuestro alcance. El mundo en nuestras manos. Estupideces así nos decimos. ¿Y para qué? Para ignorar el dolor y la vergüenza de una vida cotidiana que se despliega como un sábado por la tarde en el centro comercial: en la más absoluta libertad, siempre y cuando nos ciñamos al catálogo y al presupuesto, que menguan a pasos gigantescos. El primero, nuestro abanico de posibilidades, está cuidadosamente restringido. Ríanse cuanto quieran. Precisamente ahora, que nuestra capacidad de elección nos parece infinita, resulta que es cuando más dirigidos  estamos . La publicidad nos ensordece y ciega a todo lo que no sea su voz. Ya no queda rincón donde ponerse a salvo. Sólo existe aquello que nos muestra: l

Extrañamiento familiar

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Vaya por delante mi felicitación, y por una vez no busquen ironía en mis palabras, a quienes  encuentran  en su familia un espacio sereno de aceptación mutua, de respeto y calidez. A quienes pueden mirar sin resquemor a los ojos de esos otros tan próximos, hablar con ellos sin fingimiento y gozar de su presencia. A quienes saben, dígase o no, que cuando llegue el caso podrán contar los unos con los otros sin aspavientos ni regateos ni pretextos. Dicho esto, hoy prestaré atención al extrañamiento familiar, una expresión que suena a paradoja (si algo es familiar, ¿cómo va a ser extraño?) y que traduce el llamado family estrangement , concepto divulgado por la asociación británica StandAlone  para nombrar una situación mucho más común de lo que queremos reconocer, estigmatizada y dolorosa: la ruptura con uno o más de los miembros de la propia familia, nuclear o extensa. Buena parte del estigma y de la carga añadida de dolor que éste comporta provienen de la sacralización de la idea de fam

Los podadores insulsos

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A una servidora los amigos suelen contarle cosas y ella luego va y se las cuenta, sibilina o impúdica, a ustedes. Así que con el paso del tiempo los amigos se escaman y, si bien ninguno ha llegado todavía al extremo de retarme a un duelo con espadas, sí que se nota que moderan sus palabras para evitar reconocerse después en el asunto o en el protagonista de un artículo de  Las uñas negras . Es por ello que, en un ejercicio de astucia y esfuerzo, me he quedado calladita durante varios meses. ¡Casi reviento en semejante trance! Suerte que los amigos no han tardado en bajar la guardia y ya vuelven a abastecerme, generosos, de materia prima recia con que armar mis diatribas y controversias. Hay quien escoge a los amigos según su estatus, sus aficiones o las tres últimas cifras de su código postal. Pepa elige a los suyos por su conversación, pues si hay algo que le eriza la barba es la insulsez dialógica. Que se ofenda quien quiera. Hoy retomo las armas para atacar la sosería aduanera. Habl

Cómo tener un buen día

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Todos necesitamos un buen día. Aunque sólo sea uno de vez en cuando. No digo un día aceptable ni medianamente satisfactorio, no me refiero a esos días buenos-en-general en los que nos salen las cuentas de vivir. Hablo de un día bueno sin la menor tara, un día al que no hay que limarle las aristas. Abundan los días que requieren dedicación, paciencia, lucidez, aceptación, deliberado entusiasmo, persistencia, alegría autoimpuesta y otras muchas virtudes. Precisamente por eso, agradecemos la llegada de un día fácil, en que el cuerpo acompaña, las tareas se dejan hacer sin rebelarse y las personas que nos salen al paso están de humor o simplemente tranquilas. Un día así, gozoso, no necesita de más para serlo: igual puede estar lleno de acontecimientos felices que mantenerse sencillo y cotidiano. La humanidad, que ha inventado técnicas y artilugios para casi todo, desde calzarse sin olerse los pies hasta depilarse la lengua sin dolor, aún no ha conseguido desarrollar un mecanismo que produ

¿Quieres ser mecenas de "Las uñas negras"?

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Pepa Pertejo te da la bienvenida a Las uñas negras . Aquí encontrarás más de trescientos cincuenta artículos escritos a lo largo de una década . Leerlos ocasional o asiduamente es gratuito . No obstante, si quieres puedes convertirte en mecenas de Las uñas negras . Contribuirás así a la continuidad de esta página literaria y a la escritura de otros proyectos de Pepa Pertejo. Puedes formalizar fácilmente tu aportación aquí , o a través del botón QUIERO SER MECENAS que encontrarás en la columna desplegable izquierda. Tú escoges el importe y la frecuencia de tu mecenazgo . Nuevos horizontes , de Salva Artesero Pepa Pertejo corresponderá a tu generosidad con: Un ejemplar digital de la antología de Las uñas negras dedicado de su puño y letra. Un collage original . Una mención en el apartado MECENAS que aparece en la columna desplegable izquierda de Las uñas negras , con enlace a la página personal o profesional que prefieras. Una mención en los agradecimientos de todas las obras

Trastorno de acumulación patrimonial

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El Manual diagnóstico y estadístico de los estados mentales de la American Psychiatric Association, más conocido por las siglas DSM-5, es la  biblia vigente en materia psiquiátrica. Identifica y clasifica de manera útil para los profesionales gran cantidad de los trastornos conocidos. Incluso hay quien le reprocha que, quizá por un exceso de celo, eleva a patología comportamientos habituales y  en general inocuos. A mí me pirran los sistemas de clasificación, más aún cuando organizan conceptos abstractos que se deducen de la observación de la conducta o el lenguaje de los seres humanos. ¡Donde esté una buena ristra de términos filosóficos, antropológicos o sociolingüísticos que se quiten los parques de atracciones! La existencia misma de un DSM me entusiasma, aunque carezca yo de los conocimientos médicos necesarios para evaluar su grado de precisión. Revoloteando por las ramas y subramas en que estructura el manual las afecciones, me poso en una expresión evocadora: "Trastorno de

Quien tenga oídos, oirá

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Aunque la palabra empatía se haya vuelto tópica y tan pronto la reivindiquen los indiferentes como las marcas de galletas, la capacidad general de compartir los sentimientos de otros sigue bajo mínimos. No lo digo por decir.   Por una parte, se invoca el derecho a la salud mental y física, reconocido por la Organización de las Naciones Unidas como uno de los derechos humanos, y se incluyen la salud, la convivencia, la igualdad y el medio ambiente entre los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Por la otra, se calcula que el porcentaje de personas que soporta contaminación acústica en el hogar supera el 20% de la población, a pesar de que se sabe que produce efectos perniciosos en la salud, tanto más graves cuanto más persistente es la agresión ambiental. Hasta aquí la introducción teórica.   Vivo en una preciosa población rural, apartada del mundanal trajín. Diríase el entorno ideal para escribir y leer, que es a lo que al fin y al cabo me dedico. Vine aquí para eso

La saludable escucha

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Escuchar a los demás es saludable . De otro modo, quedamos atrapados en las tinieblas viscosas de las propias miserias y obsesiones. Nos recubren e impregnan hasta que ya no sabemos distinguir el ser vivo que somos de esas adherencias parásitas que se alimentan de nosotros. La desazón y el sobresalto perennes —vengan de dentro o fuera— nos devoran despacio y a conciencia, como esos pececillos que según dicen se comen la piel muerta. El apremio sin tregua, sin embargo, no se conforma con mordisquear la superficie. Sigue y sigue royendo piel adentro, a la caza de manjares más jugosos. Y así nos consumimos, dando pábulo a nuestros más íntimos depredadores. Es saludable, digo, escuchar a los demás. Detectar en otros estas angustias erosivas que tan bien conocemos. Advertir que, aunque a ellos los asedian otras tropas, el proceso de desgaste interior no se altera ni un ápice. Comprender que nadie, ni el bíblico Job, tiene la exclusiva del dolor —pasado, presente o venidero—. Que, lo que es

Las cartas amarillas

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He escrito demasiadas cartas. Resulta inquietante aceptar que mandarlas era algo irreversible. No es que me haya dispersado desenfrenadamente en papeles que una vez matasellados han dejado de pertenecerme. Sólo en contadas ocasiones me he desahogado impúdicamente en un folio que el correo ha puesto luego en manos ajenas. Aun así me aturde que mi voz de otro tiempo permanezca fijada en el cajón de alguien que he dado por perdido. Una carta transporta un mensaje acuciante, una emoción que grita, pero su urgencia pasa como pasa la vida; y la emoción, candente y sublime, remite. Me divierten y enternecen esos protagonistas de película antigua que se esfuerzan en vano por recobrar un sobre que antes franquearon, y que contiene una nota culpable y convulsa –amenaza o reproche, decisión o advertencia–. Apenas lo soltaron, se arrepintieron. Por eso echan puertas abajo y revientan pestillos, abaten de un mamporro al maldito cartero y le roban las sacas; o se apostan delante de la puerta de ent