Un remanso en Mansilla

La compañía Cos de Lletra estrenó “Los niños tontos” de Ana María Matute en el Círcol Maldà de Barcelona el 5 de octubre de 2012. En 2019 recupera el espectáculo, que llega a teatros de toda Catalunya en funciones para alumnos de bachillerato dentro del ciclo "Teatre i Literatura".

Para más bien poco Pepa por aquí desde hace unas semanas. Anda adentrándose en el bosque donde juegan los niños tontos, que para ella no es otro que la densa arboleda que crece junto a Mansilla de la Sierra. Pero como -mal que le pese- Pepa nunca ha visitado ni Mansilla ni su bosque, va rondando por la Mansilla escrita de Ana María Matute, por los cerros que la flanquean, por el río que la acaricia. Sigue en pie el pueblo erigido con letras que condensan la fantasía y la memoria, por más que el pueblo de piedra quedase sumergido a conciencia en el embalse en 1959. Habitan la aldea niños de infancia lejana que remontan ágiles los caminos empinados, los senderos que serpentean hasta desaparecer bajo el follaje.


 Foto procedente del blog Al fondo, Iglesiapinta de Miguel.

Sentada entre la foresta, la espalda recostada contra una encina, adivina Pepa a través de los matorrales las siluetas veladas de dos niños. Llegan jugando y jugando se quedan allí largo rato. Juegan a correr, a meterse miedo, a pelear, a esconderse, a fanfarronear y a ser crédulos. Juegan a contarse historias que mezclan mentira y verdad de un modo inextricable y, mediante ese intercambio de relatos, se atan el uno al otro con lazos y nudos de complicidad, de conocimiento mutuo, de experiencia en común. Tejen a mano una red de recuerdos compartidos y maravillosos que los rescata de su realidad sombría.


 Neus Umbert y Salva Artesero en "Los niños tontos" de Ana María Matute,
un espectáculo de la compañía Cos de Lletra. Foto de Jordi R. Renom.

En esa conversación generosa y valiente, en ese ir y venir de carreras y normas y trampas y risas, se dan el uno al otro. Y, acostumbrados como están a perder de contino en la casa -pues también pierde quien nunca recibe nada, aunque nada ostensible le estén arrebatando-, mientras dura el juego se obra el prodigio: ganan siempre. Ganan la confianza que los hace libres, la sabiduría y la intuición que los vuelve invulnerables, el cobijo de saberse queridos, aceptados, respetados, tratados de igual a igual. Ganan fuerzas. Cuando regresan al pueblo, con la anochecida, caminan exhaustos; vuelven de ganar, también, lo más básico: el sustento del alma.


Comentarios

  1. ¿Qué es el teatro?

    Un maravilloso juego.

    ¡Juguemos, pues!

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  2. Como a los niños tontos, es el juego lo que nos salva.

    Mil besos, Harry Tonto.

    Pepa Tonta

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