Habas a calderadas
Cada familia se entretiene representando su propio vodevil,
con sus entradas y sus salidas, sus intrigas ocultas y sus visibles
aspavientos, sus llantos y sus gritos, sus ramos de flores de mentira y sus
portazos de verdad que desencajan las bisagras de la escenografía… Cada familia
reparte los papeles y cuenta con un héroe y un villano, con una enamorada y un
honesto fugitivo injustamente acusado, con un patriarca estricto que no hace
excepciones en su severidad, con un loco o con un tonto –o con ambos, pues la
función que cumplen no es exactamente la misma–, con una fresca o descastada o
deshonrada, y con un loro o una cabra o una pirañita que les miran de una
manera que parece que vayan a ponerse a hablar.
Y si bien todas las familias se ciñen rigurosamente a esta
norma, las familias numerosísimas lo hacen con profusión. A más miembros, mayor
es la casuística –palabra que hace rato que me apetecía usar, porque los
follones genealógicos se prestan especialmente a ser relatados con un
vocabulario esdrújulo–. De este modo, los personajes son mucho más variados,
¡dónde va a parar! Y las posibilidades de riñas y de alianzas se multiplican.
Así, A podría decidir ayudar a B a fastidiar a C, lo cual favorecería a D, pero
–si E se enterase– perjudicaría a F sin remedio, y tal vez empujaría a G al
suicidio, de modo que H tendría vía libre para casarse con I… La historia puede
prolongarse infinitamente; de acabarse el abecedario, cabría recurrir a las
letras primas, un invento matemático muy bonito y a tono –por su parentesco–
con el tema en cuestión.
En las familias simples, los follones genealógicos tienen su
gracia, su punto de ternura y de torpeza: la obcecación ingenua de quien cree
que eso sólo le pasa a él, que encima le pasa por primera vez en el mundo, y
que nadie más que él podrá llegar jamás a comprenderlo. En cambio, en las
familias múltiples –esas que duran tres o más abecedarios– la cosa se enturbia:
sus miembros, convencidos de que el acuerdo entre muchos equivale a la verdad,
se lanzan los unos contra los otros con tremenda saña y más bien poca
vergüenza.
Vamos, que cuecen habas y el caldero acaba cayéndole encima
al que menos lo merecía. Telón.
cuatro como los jinetes dl apocalipsis,dos varones y dos hembras,una nochebuena ttas otra noche vieja. .y siempre anhelando esos primos,tios,abuelos y nietps q llenaran d ruido y algarabía la sala,y sobre todo,q desviaran la atencion d nuestro centro
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