Cosas de topos

A los topos, por más que se lamenten de su vida terrosa de negrura y humedades, en verdad les encanta escarbar túneles que a menudo no llevan a ningún sitio. Por eso, cuando salen cierran fuerte los ojos y se muestran inquietos, sudorosos, vagamente agresivos.

De reconocer a algún congénere –ya sea por el particular olor que desprenden o por sus característicos ruiditos de pasos arrastrados y de resuello ansioso–, lo palpan torpemente, metiéndole casi siempre la zarpa en el hocico.

A veces la emoción los empuja y se abalanzan a ciegas el uno contra el otro, derribándose mutuamente y rodando enzarzados en un abrazo áspero. A veces el desprecio les exige darse la espalda y quedan ambos al sol erguidos como estacas astilladas que se creyesen árboles. Tanto más dignos cuanto más ciegos.



Comentarios

  1. Tantos topos alrededor, encima, debajo... ¡que es imposible no toparse con ellos!

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  2. ¡Cuánta razón tienes!

    Por lo menos, tratemos de no meternos nosotros en su topera...

    Besos, Maitecita.

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  3. los topos me gustan
    los topos me encantan,
    a veces me espantan
    pero siempre me hacen pensar
    en sí tralarí o sí tralará

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  4. ¡Qué vas a tener tú miedo,
    Peregrina! No lo creo:
    será un temblor pasajero
    de placer topil topero
    tras ver a un topo rumbero
    bailar junto a su agujero,
    tralarí tralarero.

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