Extractos del Cuaderno de todo nº 1

[Diciembre de 2008]

Cuaderno de todo nº 1

Carmen Martín Gaite y su cuento de nunca acabar me traen de cabeza. Me acuna cuando lo leo, me estimula, me consuela, me mueve a reflexionar, a degustar sus palabras sopesadas y ligeras… Me hipnotiza con su potente voz, imparable y preñada de matices, una voz que no sólo admite la duda, la réplica, sino que invita a ellas.

Y heme aquí, con la boca abierta, de acuerdo con todo todito como una criatura. ¿Somos o no adultos con vocación pensante? Lucho contra la perplejidad que me produce leer y releer esta impresionante obra de orfebrería, exacta como un reloj y transparente como un diamante, que carece, en cambio, de ínfulas de literatura exclusiva. El cuento de nunca acabar es para quien se le acerque. Allá voy, a tratar de apropiármelo.

Por la ventana veo un patio. En su interior, una furgoneta que apenas cabe; desde allí, el conductor quiere hacerla entrar en un garaje de boca aún más estrecha. Maniobra, con paciencia y eficacia, a una u otra velocidad según le exija el movimiento, inclinando el culo o decantando el morro… hasta que consigue deslizarlo con suavidad, sencillamente levantando despacio el pie del embrague y sosteniendo el volante en una dirección…

Un libro en un garaje

* * *

"Sobre El cuento de nunca acabar":
Maniobras ensayísticas (diversas aproximaciones al cuento)
Pájaros que pasan (lecturas plásticas del cuento)


PRIMERA MANIOBRA

Cuenta Martín Gaite cómo, en el parque de la infancia de su hija, echaba mano de un truco infalible para atraer e invitar a otros niños al juego: dibujaba sobre la arena, con un palito, formas extrañas que, con mayor o menor timidez, todos se apresuraban a tratar de interpretar. No era un dibujo cerrado, ella misma se cuidaba mucho de no atribuirle un significado, y así, burla burlando, uno tras otro contribuían a ampliarlo con piedritas, hierbas, flores… Cuando el juego funcionaba por sí mismo, ella se retiraba discretamente.

En esta anécdota quedan apuntadas algunas de las principales premisas sobre la narración que la autora desplegará durante su cuento; a saber:
• Que este libro está construido sin un esbozo inicial inamovible, sino como quien dibuja en la arena con un palito, buscando a través del trazo intuitivo una respuesta a tantas inquietudes.
• Que no hay narración eficaz sin la escucha voluntaria del oyente, ni interlocutor curioso sin derecho a dudar o participar en la construcción de la historia.
• Que no hacen falta grandes materiales para construir una gran narración; más bien requiere una adecuada maduración de la historia, la voluntad de incluir al otro (de darle placer y satisfacer sus dudas progresivamente), un interés en generar credibilidad, en transmitir de un modo u otro la propia implicación en aquello que se cuenta… Son imprescindibles, antes que nada, el respeto del narrador hacia su interlocutor (que aquél no decida de antemano qué debe interesarle a éste) y la honesta elección de temas, planteamientos, palabras que dejen un cierto margen de interpretación: huyamos de dogmatismos y mayúsculas obligatorias. La escritura no es propaganda.

Propaganda

SEGUNDA MANIOBRA

No falta mucho para Navidad y la gente se ha vuelto, como cada año, medio majareta. Lo escribo sin faltar. Resulta que, hace más de cien años, a un socio de Edison –sí, del inventor de la bombilla- le dio por decorar su árbol con múltiples lucecitas eléctricas. No quiero pensar que le moviese el puro afán de promocionarse, la propaganda de la que hablábamos. Más bien lo haría empujado por el entusiasmo del invento, de la creación, por la alegría espumeante e inocente de la consecución de un logro novedoso. Un siglo después la gente derrocha vatios vistiendo con mangueras luminosas sus fachadas. Quieren transmitir, de este modo, el estado de su espíritu.

¿A santo de qué meto la Navidad en todo esto? A santo del donnicanor, el muñequito sonoro que los niños compraban (en tiempos y en páginas de Martín Gaite) para maravillar a una posible audiencia. Está claro que el rudimentario mecanismo del juguete y la sofisticada iluminación colorida e inteligente son difícilmente comparables. Eso por no hablar del precio. Pero la adquisición de ambos surge del mismo impulso: el deseo de maravillar. Ni con todo el dinero invertido en bombillas que lucen en el pueblo, que cuando miro por la ventana se me aparece como plagado de ambulancias, puede comprarse la auténtica capacidad de maravillar: esa exige tiempo, dedicación, paciencia. Parece razonable, si a lo que vamos es a transmitir el estado del espíritu.

Más fácil todavía

TERCERA MANIOBRA

Emprende Martín Gaite una especie de incitación al examen de conciencia en sus capítulos 15, 16, 17 y 18. Es un bloque lóbrego y como tal lo sella la ilustración de Francisco Nieva "Dormida en sus fuertes brazos", de la serie Gentileza y soledad de Miss Mady.


Y es que narrar no es algo que hagamos solamente fabulando ante un auditorio. Narrar es existir, es afirmarse, es comprender. En silencio, de forma más o menos consciente, nos narramos cuanto vivimos. Necesitamos hacerlo. En lo que se refiere a acontecimientos biográficos, de esos comunes que no quedan registrados en los anales de la historia, dependemos de la narración, de su persistencia, de su entidad robusta y relativamente inalterable (en cuanto que ha sido debidamente elaborada) para demostrar y demostrarnos que realmente sucedieron y en qué manera.

Se trata de un proceso delicado y candente: narrarse a uno mismo es soplar cristal. Por una parte, no podemos privarnos de hacerlo; si lo intentamos, si nos negamos a desarrollar verbalmente los hechos dolorosos, la levadura emocional que dejan permanece activa, inflando, engrosando y deformando cuanto depositemos encima. Por otra parte, al entregarnos a la confección de nuestra narración, somos pasto fácil de las trampas más habituales que acechan a todo narrador: la manipulación de las palabras persiguiendo un objetivo (en nuestro caso salir mejor parados que aquellos despreciables enemigos) y la imposición de nuestra historia a interlocutores mal escogidos (confesores, psiquiatras, amigos o amantes pacientes que vamos desgastando hasta que desaparecen).

¿Cabe desear ser uno mismo el oyente honesto de la propia narración? ¿Es posible estar atento y descubrir las fintas o los atajos a través de los cuales distorsionamos nuestra memoria para que brille? Bendita escritura, bendito papel, que nos brindan esta oportunidad de reconstruirnos tras muertes y fracasos. Es responsabilidad del narrador no ir atosigando a cualquier interlocutor desprevenido que se ponga a tiro con masas informes de mentiras lastimeras (por muy auténticas que puedan parecerle). Es su deber narrativo madurar la historia, incubarla, formularla hasta que tenga la estructura y la sustancia de la verdad.


Qué te cuentas...

CUARTA MANIOBRA

"Lo que está bien contado es verdad y lo que está mal contado es mentira." La verdad literaria no demanda testigos presenciales, pruebas materiales o declaraciones juradas. La verdad de la narración está contenida en sí misma. Y esto que podría parecer una afirmación mística, un enunciado hermético, no es sino una constatación que hace Martín Gaite sobre la naturaleza del cuento. "… el que no quiera verse envuelto en las consecuencias de un cuento –por inocente que pueda parecer-, mejor que no se lo cuente, porque es que si empiezas ya no tiene remedio." El cuento no necesita que la realidad lo corrobore; en cambio, la veracidad indudable del cuento bien narrado puede alterar la realidad, acarrear cambios obvios o plantar en el oyente las semillas para decisiones posteriores.

La verdadera creación literaria (del género que sea) no quiere imposiciones, idearios, moralejas. Si el narrador parte de una vocación aleccionadora, edificante, convierte su narración en triste moneda de cambio, en piel de cordero para el lobo de la doctrina. Pero el poder transformador de la palabra nos insta, cómo no darse cuenta, a echar un vistazo al tipo de semillas que, como narradores, estamos esparciendo. Si no, podemos encontrarnos a la larga en un jardín de cactus. "El gato con botas" es el botón de muestra: a través del cuento que nos construimos, suceden cosas nuevas.

El loro con peluca

Esto último no lo he escrito con las mismas implicaciones que se le supondrían en un manual de autoayuda; no me refiero al consabido "cambia tu pensamiento para cambiar tu vida", ni siquiera al popular "uno recoge lo que siembra". Hablo de responsabilidad para con el propio oficio, en la misma medida en que un cocinero que se precie incluye entre sus obligaciones conocer y valorar cada ingrediente por sí mismo, así como estudiar qué aportan al conjunto y juzgar sin autocomplacencia el plato resultante: que tenga buen aspecto, que sea sabroso y nutritivo, que pueda digerirse y que no sea tóxico. A partir de aquí, es libre de darlo a probar al mundo…

QUINTA MANIOBRA

Estos pájaros que pasan, caprichos de pensamiento visual que me voy dando entre maniobra y maniobra, se construyen de un modo similar al discurso escrito. En primer lugar, siguiendo ese gusanillo que me ha dejado la lectura, escojo imágenes que se correspondan con ella o conmigo, o mejor con ambas. Las recopilo. Cuando tengo un montoncito me entretengo remirándolas. Las escucho. Compongo y descompongo. No escatimo tijeretazos ni me obligo a usar únicamente el material inicial. Trabajo así hasta que la ilustración generada se acomoda al pensamiento, lo desarrolla y completa. Entonces blando la barra de pegamento y fijo trozos y recortes. Y aquí hace su aparición indeseable la duda. Concederé que es deseable, es cierto, pero ¡tan incómoda! Porque el pegamento, como la letra escrita, no se atiene a razones: la m con la a es ma por mucho que le recitemos a la sílaba las virtudes de la flexibilidad, y una punta inadvertida de pegamento en un rincón de la fotografía la adhiere por donde no queríamos y altera la idea que nos esforzábamos por evocar. Es arduo, el trabajo del escritor… Tanto como lo es, para cualquiera, tener qué decir y darlo a entender sin trabas ni distorsión.

SEXTA MANIOBRA

El taller de Carmen Martín Gaite, su lugar y sus herramientas de escritura, aparece descrito en parte. Habla de sus cuadernos de todo, de las conversaciones y de la "época del juego". Revisa sus casi nueve años de creación de El cuento de nunca acabar precisamente en un instante en que se dispone a darse por vencida, a aceptar que no va a acabarlo nunca… La que denomina "época del juego" es su etapa de libertad: la de los apuntes caóticos, desordenados y clandestinos, la de mecanografiarlos y convertirlos en fichas, la de agrupar las fichas como quien hace solitarios bajo epígrafes significativos y sonoros, la de pegarlas en dos cuadernos tan maravillosos que sólo de imaginarlos le entran a una ganas de ponerse a escribir…

Fichas

Estoy empezando una novela y me dispongo a utilizar el método de las fichas de Carmen Martín Gaite. Ya sé que muchos otros escritores las usan, quizá tantos como los que prefieren beber o hacer terapia, pero a mí me las ha recomendado ella en persona. ¡Ojalá pudiese pasarme, en mi próxima visita a Madrid, por la biblioteca del Ateneo (entre el año 1973 y el 1982) y encontrarla trabajando en su cuento! ¡Ojalá pudiésemos compartir en la cafetería los progresos de la una y la otra, y agradecerle el consejo de las fichas! "Mano de santo, Carmiña", quisiera decirle.

Las fichas sirven para generar, desarrollar y plasmar los trocitos de pensamiento. Al fin y al cabo, a eso aspiramos escribiendo: a hacer crecer ideas, emociones, sentimientos… Corre por el mundo algún genio que piensa y escribe con complejidad y verbo tocado por los dioses, así, de natural. Los demás podemos intentarlo por medios más prosaicos, supongo. Perfilando y puliendo pedazos diversos, para acabar enlazándolos en un puzle. A mayor experiencia, mayor número de piezas.

Martín Gaite se queja de la pesadez que le supone la posterior "etapa de la obligación", el momento de meter los fragmentos en vereda. Tal vez sea porque al hacerlo, al ordenar y fijar definitivamente ¡hay tanto que se pierde! La idea potencial parecía capaz de abarcar el mundo entero. ¿Quién iba a resignarse con obtener un sencillo Cuento de nunca acabar?

Extractos del Cuaderno de Todo nº 1
[Diciembre de 2008] 

Comentarios

  1. Querida amiga Ruth,

    leo con placer el largo mosaico de tus maniobras. Veo que compartimos otra pasión y otra admiración: Carmen Martín Gaite. Ella también ha sido y sigue siendo un faro y una compañía muy próxima en este peregrinar por la palabra y la literatura. De su generosa reflexión sobre el arte de la escritura me valgo para dar mis clases y recomiendo siempre viajar con un cuaderno de todo que haga fondo en el bolsillo des escritor, aunando disciplina lúdica (el placer de escribir y su constancia) y caja de sorpresas. Con mi colega Laura, cuando hizimos el cabaret poético GEMINIANAS dedicamos el espectáculo a nuestras abuelas, las de sangre y también las de verbo, siendo estas Carmiña y María Zambrano. Te veo muy activa y divertida, y me alegro mucho. No te olvides que está pendiente una palabra de nuestro particular diccionario y unas patatas con chorizo de gratitud. Besos para ti y para Salva.

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  2. Queridísima Eva,

    Para nuestro festín pendiente de patatas con chorizo, llevaré una botella de vino con que brindar por su ilustre y cálida abuela de verbo, Carmiña. Sus reflexiones literarias son, ciertamente, inmejorable compañía cuando el camino de la escritura se pone oscuro.

    Besos.

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