El pero perenne

Ve mi madre en mí todas las virtudes universales, aun algunas de las que carezco y otras que ni siquiera existen. Me atribuye capacidades y talentos telepáticos, telequinésicos, telegénicos, teleféricos, telegráficos…

No obstante, por extraordinarias que sean esas perfecciones con que ella me adorna, entre su espeso follaje siempre acaba por asomar los cuernos y enseñar las fauces algún «pero» peludo y maloliente.

—Hija mía –me reconviene–, hay que ver lo mal que te peinas… ¿Por qué narices no te compras ropa que te favorezca más? Date aunque sea un suspiro de colorete, que mírate si no: blancucha y ojerosa, ¡con cara de pasarte el día pensando! Y, tanto que usas tú las manos para escribir, dale que dale al boli y a la tecla, tendrías que cuidártelas una miaja. ¿No sabes que unas uñas bonitas dicen mucho de alguien?

Me admira y me cuida como a una amada planta prodigiosa que crece fuerte y posee propiedades mágicas; una planta exuberante, frondosa y de hoja perenne, pero cuyas menudas flores no pegan con el color del papel pintado de la sala de estar. Una verdadera lástima.

Comentarios

  1. -Mamá, tengo las uñas más bonitas del mundo: ¡las uñas negras!

    ResponderEliminar
  2. -¡Y el trabajo que me cuesta tenerlas siempre como el betún!

    [Gracias por tu atención constante, Harry. Un regalo: http://youtu.be/g7B7A_dawI8 ]

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Ganar

Los podadores insulsos

Sigue la pista de 'Las uñas negras'