El Misterio del Santísimo Cuarteto
TRÍPTICO FERVOROSO EN CUATRO PARTES.
I
Se acabó, gracias a Dios, la JMJ. Quedan un puñado de turistas con rosario desperdigados por Madrid tratando de seguir colándose en el metro y abundante letra impresa glosando el acontecimiento. Adoro el diccionario: «metro» es acortamiento de «metropolitano» en su acepción de «tren subterráneo», pero «metropolitano» significa también «arzobispal» y «relativo al conjunto urbano formado por una ciudad y sus suburbios»; no me digan que la definición no sintetiza maravillosamente el caleidoscopio Religión-Ciudad-Transporte que la televisión pública se ha esforzado en retransmitir minuto a minuto. Adoro también la prensa –me temo que soy politeísta además de hereje– y por ella me entero de que le pidieron tanta agua al Creador los peregrinos asados por la ola de calor que al final Él los obsequió con prodigalidad con un aluvión que mandó al garete el discurso papal de la vigilia y la comunión multitudinaria de la mañana. Leo que a la misa matutina asistieron personalidades políticas de relumbrón y banqueros imputados patrocinadores del evento. Concluyo con la lectura del estupendo análisis de Juan G. Bedoya y advierto estupefacta que el relato de la JMJ ocupa en El País las páginas reservadas a la política. Tiene su lógica, pues tal ha sido el uso que se ha hecho de esta supuesta jornada que viene durando meses.
II
Deambulo mentalmente por la explanada del aeródromo de Cuatro Vientos y dejo atrás los despojos que la habitan –restos de la monumental vigilia reciente y de las vigilias de dos mil años–: el alma católica de España; las tímidas disculpas del Vaticano por las monstruosidades de la Santa Inquisición; la enternecedora fe de Berta –«Alberta flor de mi vida», en Caligrafía de los sueños de Marsé– encarnando la dolorosa fe de todos los creyentes perdedores que fueron perseguidos y castigados por el Santo Régimen Franquista con el beneplácito de la Santa Madre que lo Parió; el jolgorio de la ignorancia de la juventud presente –¡hosanna en el cielo!– jaleada por la alegría pérfida de los vencedores pasados. La mayor basura, la que apesta aún hoy hasta el último rincón de España, es nuestro particular Misterio; aquí la Santísima Trinidad no ha dejado de ser el Santísimo Cuarteto: Padre, Hijo, Espíritu Santo y Generalísimo. Los espíritus sensibles que ven con repulsión la institucionalización católica, apostólica y romana del abuso de poder, se escalofrían ante la visión de un moderno, lugués y castizo Cardenal Richelieu pavoneándose por tierras gustosamente cedidas por el Ejército y los Gobernantes.
III
Benedicto XVI adoptó para su escudo la concha de oro que evoca la historia de San Agustín y el niño que se esmeraba en vaciar el mar de agua con una concha que llenaba en la orilla y volcaba en un hoyito en la arena. «¡Más difícil es –se dijo– comprender la infinitud de Dios!» Pero, bien mirado, si Dios es omnipotente, puede ser Uno y Trino y lo que le salga de sus Sagradas Partes; del mismo modo, con la bendición de la Iglesia, hizo el dictador durante cerca de cuatro décadas lo que le salió de sus partes consagradas. No me culpe el lector de mezclar churras con merinas, que todas son ovejas. Concretamente, estas ovejas a las que me refiero fueron uña y carne, y no me consta homilía ni encíclica en que se haya formalizado la menor disconformidad retroactiva. Si hay vida eterna, allí estará el déspota gozando de la bula perpetua.
IV
¡Oh, maravilla! ¡Oh, brillante estrategia de la mayor multinacional de estructura piramidal, foco y aliento de injusticias sociales! Por el módico precio de 200€, la JMJ ofrecía macrobotellón autorizado e incluía zona de acampada, transporte público, asistencia sanitaria y cuerpo de bomberos completamente gratis. Echo un vistazo a las ofertas turísticas y de ocio laicas y me entran ganas de alistarme legionaria de Cristo –aunque en vez del Cordero tengan una Cabra–. Por ahorrar.
NOTAS.
I
Se acabó, gracias a Dios, la JMJ. Quedan un puñado de turistas con rosario desperdigados por Madrid tratando de seguir colándose en el metro y abundante letra impresa glosando el acontecimiento. Adoro el diccionario: «metro» es acortamiento de «metropolitano» en su acepción de «tren subterráneo», pero «metropolitano» significa también «arzobispal» y «relativo al conjunto urbano formado por una ciudad y sus suburbios»; no me digan que la definición no sintetiza maravillosamente el caleidoscopio Religión-Ciudad-Transporte que la televisión pública se ha esforzado en retransmitir minuto a minuto. Adoro también la prensa –me temo que soy politeísta además de hereje– y por ella me entero de que le pidieron tanta agua al Creador los peregrinos asados por la ola de calor que al final Él los obsequió con prodigalidad con un aluvión que mandó al garete el discurso papal de la vigilia y la comunión multitudinaria de la mañana. Leo que a la misa matutina asistieron personalidades políticas de relumbrón y banqueros imputados patrocinadores del evento. Concluyo con la lectura del estupendo análisis de Juan G. Bedoya y advierto estupefacta que el relato de la JMJ ocupa en El País las páginas reservadas a la política. Tiene su lógica, pues tal ha sido el uso que se ha hecho de esta supuesta jornada que viene durando meses.
II
Deambulo mentalmente por la explanada del aeródromo de Cuatro Vientos y dejo atrás los despojos que la habitan –restos de la monumental vigilia reciente y de las vigilias de dos mil años–: el alma católica de España; las tímidas disculpas del Vaticano por las monstruosidades de la Santa Inquisición; la enternecedora fe de Berta –«Alberta flor de mi vida», en Caligrafía de los sueños de Marsé– encarnando la dolorosa fe de todos los creyentes perdedores que fueron perseguidos y castigados por el Santo Régimen Franquista con el beneplácito de la Santa Madre que lo Parió; el jolgorio de la ignorancia de la juventud presente –¡hosanna en el cielo!– jaleada por la alegría pérfida de los vencedores pasados. La mayor basura, la que apesta aún hoy hasta el último rincón de España, es nuestro particular Misterio; aquí la Santísima Trinidad no ha dejado de ser el Santísimo Cuarteto: Padre, Hijo, Espíritu Santo y Generalísimo. Los espíritus sensibles que ven con repulsión la institucionalización católica, apostólica y romana del abuso de poder, se escalofrían ante la visión de un moderno, lugués y castizo Cardenal Richelieu pavoneándose por tierras gustosamente cedidas por el Ejército y los Gobernantes.
III
Benedicto XVI adoptó para su escudo la concha de oro que evoca la historia de San Agustín y el niño que se esmeraba en vaciar el mar de agua con una concha que llenaba en la orilla y volcaba en un hoyito en la arena. «¡Más difícil es –se dijo– comprender la infinitud de Dios!» Pero, bien mirado, si Dios es omnipotente, puede ser Uno y Trino y lo que le salga de sus Sagradas Partes; del mismo modo, con la bendición de la Iglesia, hizo el dictador durante cerca de cuatro décadas lo que le salió de sus partes consagradas. No me culpe el lector de mezclar churras con merinas, que todas son ovejas. Concretamente, estas ovejas a las que me refiero fueron uña y carne, y no me consta homilía ni encíclica en que se haya formalizado la menor disconformidad retroactiva. Si hay vida eterna, allí estará el déspota gozando de la bula perpetua.
IV
¡Oh, maravilla! ¡Oh, brillante estrategia de la mayor multinacional de estructura piramidal, foco y aliento de injusticias sociales! Por el módico precio de 200€, la JMJ ofrecía macrobotellón autorizado e incluía zona de acampada, transporte público, asistencia sanitaria y cuerpo de bomberos completamente gratis. Echo un vistazo a las ofertas turísticas y de ocio laicas y me entran ganas de alistarme legionaria de Cristo –aunque en vez del Cordero tengan una Cabra–. Por ahorrar.
NOTAS.
- Probablemente, de no haber sido una niña mística, no me saldrían más feroces las invectivas ni más sonoras las carcajadas contra la Iglesia de lo que yo quisiera. ¡Qué se le va a hacer! Quizá porque de pequeña tuve más fe que luces, desconfío ahora sistemáticamente de la pompa y el boato. Así lo cree nuestro amigo filósofo y seguramente no le falta razón.
- Las mayúsculas que proliferan en el texto no son mías, sino de la absurda solemnidad ritual consustancial al tema retratado.
- «El Misterio del Santísimo Cuarteto» cierra el ciclo papal en «Las uñas negras». Si he incidido en este asunto, lo he hecho sólo en legítima defensa.
Y todavía faltaba lo mejor:
ResponderEliminarhttp://www.publico.es/espana/392557/el-show-de-las-vocaciones-de-kiko-arguello-en-cibeles
Fin.
las mayúsculas son esdrujulas como las brujulas,y las peliculas ;) ..y sobre todo son inocuas,pues somos nosotros los q hacemos grandes desde dentro cada palabra,o pequeña.....
ResponderEliminarlas mayúsculas son esdrujulas como las brujulas,y las peliculas ;) ..y sobre todo son inocuas,pues somos nosotros los q hacemos grandes desde dentro cada palabra,o pequeña.....
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