Miércoles de helicóptero
ESCRIBIR LA HISTORIA
Escribir la Historia no debe ser fácil. Para hacerlo, parece imprescindible haber comprendido antes los hechos que uno va a narrar, y la comprensión nunca llega por ciencia infusa: requiere observación, reflexión, capacidad de relacionar acontecimientos –lucidez para no dar por buena la primera explicación que a uno le metan por los ojos, tenacidad para no conformarse con los antecedentes inmediatos y superficiales, rigor para atribuir a cada efecto su causa compleja–, y una ardua labor de síntesis para poner en palabras inteligibles las propias conclusiones.
No obstante, salta a la vista que Núria Solé cumplió concienzudamente su tarea de comprensión antes de informar a la población de todo lo relativo al cerco al Parlament de Catalunya y a los incidentes violentos acaecidos ayer, 15 de junio. En la edición del “Telenotícies migdia” que debía cubrir este acontecimiento desconcertante, ambiguo y difícilmente resumible, la conductora del informativo hizo su aparición de luto y con una cara larga que invitaba a darle el pésame por sms; por una vez, era de lamentar que el “TN” sea probablemente el único programa en directo de TV3 que no anima a los espectadores a gastarse el dinero en aforismos caseros que exhibir en pantalla por un módico precio –con excepción de “L’Hora del Lector”, magnífico espacio mínimo para la literatura, que nunca ha extorsionado a sus televidentes y que quizá por eso ya ha sido condenado a muerte–.
En manos de Solé, la actualidad se convirtió en un cuento legendario, con malos pero que muy malos y héroes democráticos con traje a medida; un cuento en el que el President de Catalunya era Sant Jordi y la Presidenta del Parlament, la princesa en peligro, y en el que la multitud que había fingido ser pacifista se revelaba, enfurecida, como lo que realmente era: el dragón, el monstruo de Banyoles y el fascismo en un único cuerpo temible. La chusma amenaza la democracia desde hace un mes y ha llegado el momento de plantarle cara con todas nuestras fuerzas, entonan al unísono el Govern y la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals. Núria Solé, abanderada de la campaña, está comprometida hasta la médula, como profesional y como ciudadana, con la democracia: forma parte del honorabilísimo Senat de Tarragona, la primera de cuyas funciones consiste en “oferir a l'alcalde de Tarragona una visió propera i realista de la ciutat [...]”. Su reciente narración de la Historia –cuya visión no calificaría uno precisamente de próxima, ni de realista– lo demuestra con creces.
ESFUERZO DE COMPRENSIÓN
El aire está enrarecido: ayer por la mañana, la concentración pacífica alrededor del Parlament convocada por acampadaBCN con el fin de señalar con la presencia y la voz de miles de personas la gran injusticia social que entrañan unos presupuestos que ya no hay quien pare, y quizá con la esperanza de desvelar las conciencias algodonosas de los parlamentarios, dio lugar a una pantomima vergonzosa: en medio de la multitud, un puñado de gamberros daba guerra, ante un despliegue policial más propio de un estado de excepción que de una protesta ciudadana y una clase política temblorosa como peces de acuario que defendía la vulnerabilidad de su posición –derivada de la debilidad de sus argumentos y de su incapacidad para cumplir honestamente las tareas que se han comprometido a llevar a cabo– con una sinfonía de pataletas. Con grandes aspavientos, el President declara que ha tenido que desplazarse en helicóptero porque el trayecto que recorre normalmente en su coche oficial en quince minutos se le estaba alargando una hora –estas declaraciones se emiten casi a modo de cuña en al menos tres ocasiones durante la primera media hora del “TN”, como en una pesadilla circular y desajustada–; el debate se desordena y los diputados entran y salen del hemiciclo, comentando excitados por los pasillos la aventura matutina de la agresión y la vejación que les ha supuesto caminar más de dos manzanas para ponerse a cubierto en una comisaría y entrar luego, apretaditos y sudorosos como sardinas, en un furgón policial que les ha acabado llevando a la mismísima puerta del Parlament; y una última diputada, de voz más cantante e imborrable vínculo con las fuerzas de seguridad, finge un sereno desprecio hacia quienes han pintado con un spray su gabardina de los miércoles –un gesto, es cierto, innecesario, carente de significado o de propósito, infantil y ridículo, pero que a ella le recordó exageradamente regímenes totalitarios como el nazismo–.
La concentración pacífica se salió de madre gracias a un puñado de gamberros, pero medios y políticos se han apresurado a usar los deplorables incidentes para afear las reivindicaciones de cientos de miles de indignados que llevan un mes formulándolas abiertamente con la esperanza puesta en que ahora sí existe una posibilidad de cambio a mejor. No hace falta que nadie nos explique que, de haber sido violenta la manifestación, habría acabado aquello como el rosario de la aurora, que si esas miles de personas hubiesen arremetido presas de la furia contra los políticos, de poco les habrían valido las porras a los mossos, que no hubo batalla campal porque nadie la quería. ¿Nadie? Felip Puig valora querellarse –a cuenta de los ciudadanos– contra Arcadi Oliveres, que mencionó ayer algunos casos de la historia reciente en que la policía había infiltrado provocadores en las manifestaciones a fin de justificar las desproporcionadas cargas previstas; mientras el Conseller d’Interior que más a gusto se ha sentido en el cargo, el estratega nacido para limpiar las plazas, saca pecho, circula por internet un video que lo deja en evidencia y que va desapareciendo misteriosamente de allí donde se cuelga.
Los medios y los políticos aprovechan la confusión para silenciar la próxima convocatoria, ciudadana y de veras pacífica, a expresar el malestar imperante: el domingo 19 de junio, a diferentes horas y en numerosas ciudades, la gente volverá a salir a la calle.
DEFINICIÓN DE VIOLENCIA
Uno tuvo la mala fortuna de estudiar en la escuela pública y a veces tiene dificultades de comprensión que le impiden escribir la Historia. Esto no les pasa a los alumnos de la escuela privada, ni de la concertada –de esas concertadas a donde llevan algunos políticos a sus hijos, esas que disfrutan de mejores instalaciones deportivas que los municipios de cinco mil habitantes–. El caso es que recuerda uno la estructura social de la Edad Media, con la obligación del pueblo de entregar a sus señores el diezmo de la miseria que conseguía arrancarle a la tierra, y los privilegios de la nobleza frente a las humillaciones y al hambre de los siervos, y el poder que venía de Dios, y el poderoso que lo era porque le prometía al pobre su protección. Luego lee uno libros de Jonathan Coe, como su novela El círculo cerrado, en la que un político británico vota a favor de la invasión de Irak a pesar de ver con claridad que es un error y una injusticia porque así su cuñado, periodista y enviado especial a conflictos bélicos, dejará vacío por una temporada su piso de soltero y él podrá aprovecharlo para encontrarse con su amante. Y, lamentablemente, la falta de lucidez fruto de la precaria educación a cargo del Estado lo lleva a uno a hacerse un lío y ver semejanzas entre el sistema feudal y el sistema vigente, entre los políticos de Coe y sus recortes inmisericordes y la actualidad más rabiosa, entre el noble ungido y Artur Mas descendiendo en helicóptero de los cielos, entre los medievales siervos sin elección y la viejita de pensión raquítica votando a CIU. Lo peor de todo es que, cuanto más recorten, más zotes les van a salir los ciudadanos.
Cada quien entiende “violencia” como el daño que le infligen a él, por leve que sea. Si nuestros políticos bien peinados nunca han tenido a un familiar gravemente enfermo tendido en una camilla chirriante en un box del servicio de urgencias por falta de cama durante veinticuatro horas, ¿cómo podrán entender que los papeles que firman SON VIOLENCIA? La violencia real, cotidiana y constante, les resulta invisible. Les parece violencia tardar dos horas en llegar al trabajo o hacerlo en un cubículo apestoso e incómodo. Y aún tienen la desfachatez de proclamarlo. Como decían las abuelas, al que no está acostumbrado a bragas, las costuras le hacen llagas.
LAS EXCEPCIONES
Sin prever la que se avecinaba, La Vanguardia publicó ayer en "Culturas" un artículo extraordinario de Pepe Ribas sobre lo que verdaderamente se está cociendo desde el 15-M. Avergonzado, el rotativo, cuyos colaboradores ya habían demostrado con anterioridad y ampliamente su posicionamiento inmovilista, ha vuelto al redil con artículos y titulares que le sacan brillo a la actuación del Govern.
Por su parte, el diputado de ICV Joan Boada, que encajó empujones y pintura en su entrada a pie al Parlament, fue capaz de establecer distinciones entre indignados y gamberros, y de dar la razón a quienes protestaban. A quienes van a seguir protestando.
Escribir la Historia no debe ser fácil. Para hacerlo, parece imprescindible haber comprendido antes los hechos que uno va a narrar, y la comprensión nunca llega por ciencia infusa: requiere observación, reflexión, capacidad de relacionar acontecimientos –lucidez para no dar por buena la primera explicación que a uno le metan por los ojos, tenacidad para no conformarse con los antecedentes inmediatos y superficiales, rigor para atribuir a cada efecto su causa compleja–, y una ardua labor de síntesis para poner en palabras inteligibles las propias conclusiones.
No obstante, salta a la vista que Núria Solé cumplió concienzudamente su tarea de comprensión antes de informar a la población de todo lo relativo al cerco al Parlament de Catalunya y a los incidentes violentos acaecidos ayer, 15 de junio. En la edición del “Telenotícies migdia” que debía cubrir este acontecimiento desconcertante, ambiguo y difícilmente resumible, la conductora del informativo hizo su aparición de luto y con una cara larga que invitaba a darle el pésame por sms; por una vez, era de lamentar que el “TN” sea probablemente el único programa en directo de TV3 que no anima a los espectadores a gastarse el dinero en aforismos caseros que exhibir en pantalla por un módico precio –con excepción de “L’Hora del Lector”, magnífico espacio mínimo para la literatura, que nunca ha extorsionado a sus televidentes y que quizá por eso ya ha sido condenado a muerte–.
En manos de Solé, la actualidad se convirtió en un cuento legendario, con malos pero que muy malos y héroes democráticos con traje a medida; un cuento en el que el President de Catalunya era Sant Jordi y la Presidenta del Parlament, la princesa en peligro, y en el que la multitud que había fingido ser pacifista se revelaba, enfurecida, como lo que realmente era: el dragón, el monstruo de Banyoles y el fascismo en un único cuerpo temible. La chusma amenaza la democracia desde hace un mes y ha llegado el momento de plantarle cara con todas nuestras fuerzas, entonan al unísono el Govern y la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals. Núria Solé, abanderada de la campaña, está comprometida hasta la médula, como profesional y como ciudadana, con la democracia: forma parte del honorabilísimo Senat de Tarragona, la primera de cuyas funciones consiste en “oferir a l'alcalde de Tarragona una visió propera i realista de la ciutat [...]”. Su reciente narración de la Historia –cuya visión no calificaría uno precisamente de próxima, ni de realista– lo demuestra con creces.
ESFUERZO DE COMPRENSIÓN
El aire está enrarecido: ayer por la mañana, la concentración pacífica alrededor del Parlament convocada por acampadaBCN con el fin de señalar con la presencia y la voz de miles de personas la gran injusticia social que entrañan unos presupuestos que ya no hay quien pare, y quizá con la esperanza de desvelar las conciencias algodonosas de los parlamentarios, dio lugar a una pantomima vergonzosa: en medio de la multitud, un puñado de gamberros daba guerra, ante un despliegue policial más propio de un estado de excepción que de una protesta ciudadana y una clase política temblorosa como peces de acuario que defendía la vulnerabilidad de su posición –derivada de la debilidad de sus argumentos y de su incapacidad para cumplir honestamente las tareas que se han comprometido a llevar a cabo– con una sinfonía de pataletas. Con grandes aspavientos, el President declara que ha tenido que desplazarse en helicóptero porque el trayecto que recorre normalmente en su coche oficial en quince minutos se le estaba alargando una hora –estas declaraciones se emiten casi a modo de cuña en al menos tres ocasiones durante la primera media hora del “TN”, como en una pesadilla circular y desajustada–; el debate se desordena y los diputados entran y salen del hemiciclo, comentando excitados por los pasillos la aventura matutina de la agresión y la vejación que les ha supuesto caminar más de dos manzanas para ponerse a cubierto en una comisaría y entrar luego, apretaditos y sudorosos como sardinas, en un furgón policial que les ha acabado llevando a la mismísima puerta del Parlament; y una última diputada, de voz más cantante e imborrable vínculo con las fuerzas de seguridad, finge un sereno desprecio hacia quienes han pintado con un spray su gabardina de los miércoles –un gesto, es cierto, innecesario, carente de significado o de propósito, infantil y ridículo, pero que a ella le recordó exageradamente regímenes totalitarios como el nazismo–.
La concentración pacífica se salió de madre gracias a un puñado de gamberros, pero medios y políticos se han apresurado a usar los deplorables incidentes para afear las reivindicaciones de cientos de miles de indignados que llevan un mes formulándolas abiertamente con la esperanza puesta en que ahora sí existe una posibilidad de cambio a mejor. No hace falta que nadie nos explique que, de haber sido violenta la manifestación, habría acabado aquello como el rosario de la aurora, que si esas miles de personas hubiesen arremetido presas de la furia contra los políticos, de poco les habrían valido las porras a los mossos, que no hubo batalla campal porque nadie la quería. ¿Nadie? Felip Puig valora querellarse –a cuenta de los ciudadanos– contra Arcadi Oliveres, que mencionó ayer algunos casos de la historia reciente en que la policía había infiltrado provocadores en las manifestaciones a fin de justificar las desproporcionadas cargas previstas; mientras el Conseller d’Interior que más a gusto se ha sentido en el cargo, el estratega nacido para limpiar las plazas, saca pecho, circula por internet un video que lo deja en evidencia y que va desapareciendo misteriosamente de allí donde se cuelga.
Los medios y los políticos aprovechan la confusión para silenciar la próxima convocatoria, ciudadana y de veras pacífica, a expresar el malestar imperante: el domingo 19 de junio, a diferentes horas y en numerosas ciudades, la gente volverá a salir a la calle.
DEFINICIÓN DE VIOLENCIA
Uno tuvo la mala fortuna de estudiar en la escuela pública y a veces tiene dificultades de comprensión que le impiden escribir la Historia. Esto no les pasa a los alumnos de la escuela privada, ni de la concertada –de esas concertadas a donde llevan algunos políticos a sus hijos, esas que disfrutan de mejores instalaciones deportivas que los municipios de cinco mil habitantes–. El caso es que recuerda uno la estructura social de la Edad Media, con la obligación del pueblo de entregar a sus señores el diezmo de la miseria que conseguía arrancarle a la tierra, y los privilegios de la nobleza frente a las humillaciones y al hambre de los siervos, y el poder que venía de Dios, y el poderoso que lo era porque le prometía al pobre su protección. Luego lee uno libros de Jonathan Coe, como su novela El círculo cerrado, en la que un político británico vota a favor de la invasión de Irak a pesar de ver con claridad que es un error y una injusticia porque así su cuñado, periodista y enviado especial a conflictos bélicos, dejará vacío por una temporada su piso de soltero y él podrá aprovecharlo para encontrarse con su amante. Y, lamentablemente, la falta de lucidez fruto de la precaria educación a cargo del Estado lo lleva a uno a hacerse un lío y ver semejanzas entre el sistema feudal y el sistema vigente, entre los políticos de Coe y sus recortes inmisericordes y la actualidad más rabiosa, entre el noble ungido y Artur Mas descendiendo en helicóptero de los cielos, entre los medievales siervos sin elección y la viejita de pensión raquítica votando a CIU. Lo peor de todo es que, cuanto más recorten, más zotes les van a salir los ciudadanos.
Cada quien entiende “violencia” como el daño que le infligen a él, por leve que sea. Si nuestros políticos bien peinados nunca han tenido a un familiar gravemente enfermo tendido en una camilla chirriante en un box del servicio de urgencias por falta de cama durante veinticuatro horas, ¿cómo podrán entender que los papeles que firman SON VIOLENCIA? La violencia real, cotidiana y constante, les resulta invisible. Les parece violencia tardar dos horas en llegar al trabajo o hacerlo en un cubículo apestoso e incómodo. Y aún tienen la desfachatez de proclamarlo. Como decían las abuelas, al que no está acostumbrado a bragas, las costuras le hacen llagas.
LAS EXCEPCIONES
Sin prever la que se avecinaba, La Vanguardia publicó ayer en "Culturas" un artículo extraordinario de Pepe Ribas sobre lo que verdaderamente se está cociendo desde el 15-M. Avergonzado, el rotativo, cuyos colaboradores ya habían demostrado con anterioridad y ampliamente su posicionamiento inmovilista, ha vuelto al redil con artículos y titulares que le sacan brillo a la actuación del Govern.
Por su parte, el diputado de ICV Joan Boada, que encajó empujones y pintura en su entrada a pie al Parlament, fue capaz de establecer distinciones entre indignados y gamberros, y de dar la razón a quienes protestaban. A quienes van a seguir protestando.
Pepa, soy Joanet de Asis:
ResponderEliminarLamento no haber leído antes este artículo. Se trata de una buena literatura política.
A Clara también le ha agradado mucho.
Un peto,
Joanet
Siempre es un placer recibir vuestra visita, sea desde Asís o desde el Nuevo Mundo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.