Iluminados

POLÍTICA INTERNACIONAL

Baste con ver Mary, Queen of Scots (María, reina de Escocia, Charles Jarrott, 1971) para no asomarse al balcón con festivas banderolas a vitorear a los supuestos verdugos de un supuesto Bin Laden. En ella aprendemos que los buenos son buenos porque defienden nuestros intereses y los malos, malos porque los torpedean. Y que cuando los malos matan a los buenos lo hacen por maldad, mientras que cuando los que asesinan son los buenos, la justicia guía su mano sanguinaria. Pero eso ya lo sabíamos. La película va aún más lejos y nos enseña también que los buenos de hoy son los malos de mañana; y que la rabia no se acaba con sacrificar al perro. La rabia se queda aquí, no hay más que ver la felicidad espumosa que vomitan en plazas y calles las multitudes que celebran la muerte del Gran Terrorista. Claro que podemos, como buenos occidentales, aplaudir y alegrarnos rabiosamente de esta victoria sobre el enemigo islámico. Lo desconcertante es que tanta gente se indignase entonces, cuando los muertos eran nuestros y ellos cantaban.

DIPLOMACIA DEPORTIVA

Baste con ver Spartacus (Espartaco, Stanley Kubrick, 1960) para sumir en el descrédito la ristra de malhumoradas reivindicaciones del entrenador más irrespetuoso de la primera división. En la gran pantalla, Trumbo, Kubrick (y Mann), Douglas, Simmons, Olivier, Laughton, Ustinov, Curtis… componen una gran mentira rebosante de belleza, emoción e inteligencia. No sólo nos entretienen –para eso ya sirven los improperios del Gran Maleducado- sino que nos hacen mejores revelándonos la naturaleza de las verdaderas injusticias. Ante ellas ¿quién callará?, ¿quién se resignará?, ¿quién no se opondrá con todas sus fuerzas?, ¿quién no combatirá dejándose la vida? Luego enciende uno la televisión y se acuerda de aquel refrán escuchado en la infancia –cuando toda contrariedad era una injusticia cósmica-: «al que no está acostumbrado a bragas, las costuras le hacen llagas». Pues no será porque le falte presupuesto para comprarlas…

EXAMEN DE CONCIENCIA

Baste con ver L’innocente (El inocente, Luchino Visconti, 1976) para advertir cuán frágiles, cuán desgraciados somos, y cuánta crueldad cabe en estos cuerpos nuestros, pequeños y caducos. Si vamos a chillar o a luchar o a clamar justicia, más vale que lo hagamos contra nosotros mismos.

Comentarios

  1. querida Ruth,
    aquí estoy, ante tu puerta de madera, leyendo las octavillas que escribes con tus uñas negras. me gusta este fondo que no sé por qué me recuerda al oeste. En medio del desierto y de los paisajes áridos, alguien sujeta palabras. un abrazo

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  2. Gracias, Peregrina,

    Hoy sigo con mis octavillas (RAE 2. f. Volante de propaganda política o social), aunque no siempre me salen tan reivindicativas como las de esta semana...

    Tal vez un día de estos me ponga a escribir octavillas de otra especie (RAE 3. f. Estrofa de ocho versos de arte menor) y te dedique alguna desde mi blog de western...

    Ya sabes, siempre eres bienvenida en estos parajes remotos de cardos, güisqui y pistolas.

    Besos.

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  3. y las aulagas,q no falten ;) (aqui en lanzarote estan por todas partes :)

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  4. ¡Ja, ja, ja! Otra planta que me enseñas, Elena: la aulaga. Y van dos con la "plumería alba". Te nombraré mi botánica de cabecera.

    A cambio, una expresión colombiana sacada del diccionario:

    "estar en aulagas: [loc. verb. coloq. Col.] Estar en afanes o dificultades".

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  5. m gusta la expresión,gracias x compartir :)
    pd: a ti t nombraría entonces mi lectura de cabecera ;)

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