Distracción al cliente

No sólo de aplicados quehaceres vive Pepa. No sólo la ocupan la escritura, la reivindicación y la metódica transformación alquímica de la mala leche en palabra inteligible y ojalá que convincente. Nuestra barbuda también goza algunas veces de eso que conocemos por tiempo libre u ocio. ¿Y a qué lo dedica? Pues depende. Lo que a ella le pirra es la variación, porque ahí es donde ensancha su visión del mundo.

Así que recientemente consagró diez días con sus diez benditas noches a dar vueltas y vueltas y más vueltas en el laberinto del Minotauro, en adelante M. Entiéndase por M (con una omnipresente y rechoncha M azul) ese monstruo contemporáneo de las telecomunicaciones y el entretenimiento organizado. No fue exactamente una experiencia nueva. Al fin y al cabo, ¿quién no ha marcado nunca el 1004? ¿Quién no se ha dejado la mañana y la tarde en esa llamada, repitiéndole con vocalización meridiana a una máquina su problema telefónico, internáutico o televisivo, sin conseguir que ella lo entendiese? ¿Quién no ha llegado incluso a renunciar a la gestión que pretendía (reclamación de un cobro indebido o activación de un servicio ya contratado) por pura extenuación? ¿Quién? Lo novedoso es que esta vez la barbudísima Pepa no tenía opción de rendirse. ¡Conseguiría su propósito o perecería enarbolando el estandarte del cliente agraviado!

La cosa es que le cortaron la línea de su teléfono móvil. Sí, Pepa tenía móvil hasta que pidió la portabilidad de su número a otra compañía. Y entonces, por error, le cortaron la línea. Se ve que las líneas cortadas no pueden cambiar de operador. Así que ahí la tenemos, secuestrada por M, que dice "Lo comprobaremos" y "No se retire, por favor" y "Disculpe las molestias" y "En 24h le daremos una respuesta" y "Podemos venderle una nueva línea" y "Resígnese a perder su antiguo número" y así, de milonga en milonga, pasa un día tras otro, tras otro y tras otro más sin que M piense soltar de una puñetera vez la esquilmada presa. La atienden agentes priority, cuyo nombre ha sido elegido por expertos para que el cliente se sienta especial en vez de memo. Porque mira que hay que ser memo para tragar con toda esa bazofia de trileros, con toda esa postergación deliberada, con toda esa estrategia comercial de banda mafiosa.

De todo el repertorio de excusas y subterfugios, los más reiterados y brillantes en el género del absurdo fueron: 1. "Denos un número para que la llamemos", a pesar de que ese número lo habían inhabilitado ellos mismos. 2. "Contacte con nosotros en nuestra aplicación", para cuyo acceso hay que ser cliente, esto es, tener algún producto activado. Ambos argumentos eran invocados como impedimento para resolver el mondongo por cada uno de los cerca de veinte agentes con quien conseguía entablar conversación por (agárrense) whatsapp, en intercambios que duraban unos pocos minutos y que ellos zanjaban con un inútil "Gracias por contactar con nosotros".

La fiesta burocrática en el libre mercado podría haber durado para siempre. Por suerte, decayó. No tiene Pepa los bigotes para tanta jarana. Recuperado el número, completada la portabilidad, ahora exigen cobrar los servicios no prestados y, si acaso, le sugieren que reclame después un reintegro. Acabáramos. El recibo volverá por donde vino en cuanto llegue. Que para distraerse lo que queda de mes a una se le ocurren cosas más provechosas.

 

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