Los que tenemos tiempo

Ya sabrá disculparme si vive usted dolorosamente acuciado por el discurrir inexorable de las manecillas del reloj o por la sucesión de alarmas en el móvil. A mí me da la risa cada vez que lo oigo resoplar y batir los brazos como si lo hubiesen tirado de improviso a la parte honda de una piscina fría, entonando su desesperado: "¡Es que no tengo tiempo!".

Bien está que usted se engañe cuanto quiera, si eso le ayuda a mantener en equilibrio los naipes temblorosos de su castillito expuesto a cualquier golpe de aire. Pero ¿espera que a estas alturas del cuento los demás nos creamos su agonía? ¿Para qué le faltan horas, criatura?

Si lo que echa de menos en su embutida agenda es esa ristra de ocupaciones sin sustancia que, le aseguran, traen consigo una felicidad instantánea, que requieren su buen dinerito y de las que podrá presumir en sociedad, déjese de memeces: no se está perdiendo nada más que unas cosquillitas pasajeras en su vanidad.

Si, en cambio, se le acaban los días sin haber atendido necesidades básicas de alimentación, descanso, silencio, expresión, aprendizaje y amor, esto es, de vida, lo que le falta no es tiempo, sino discernimiento y determinación. Porque, con salvedades trágicas que no abundan tanto, los días de cualquiera están repletos de resquicios por donde se cuelan torrentes de minutos desperdiciados. Esos momentos descartados son potencialmente tan valiosos como los que dedicamos deliberadamente a algo. Depende de nosotros otorgales libremente un feliz uso o abandonarlos a la inercia de la utilidad. Ya sabe de qué hablo: la idea absurda de que sólo mientras rindo, vivo, y que los instantes infructuosos son relleno. Si a eso le sumamos la fantasía de que uno vale más si está siempre ocupado, caemos de lleno en la trampa: parar equivale a degradarse, reconocer que uno tiene tiempo es un tabú contemporáneo.

Como suele decirse, el tiempo es cada día el mismo para todos. Cambian las decisiones sobre cómo emplearlo. Tal vez su apretadísimo horario sea ahora invariable. En cualquier caso, responde a decisiones que ha tomado usted antes, ayer o hace veinte años. Si quiere tener tiempo mañana, empiece hoy mismo a valorar a qué querría dedicar las horas y desbroce lo que sobra.



Comentarios

  1. La vida es lo que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes.

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  2. Mr John, disculpe el retraso en mi respuesta. Es que estaba en la vida.

    Quedo a la espera de ese desayuno glorioso, señorita Peregrina.

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  3. Tiempo para leer a la señorita Pertejo y buscar excusas para no escribir escribiendo. Quedó pendiente la caminata. Después del desayuno glorioso con la Peregrina apúnteme en su agenda. (Igual la Peregrina también se apunta a la caminata)

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