Endeudamiento

En estos días, son cada vez menos quienes reconocen que el dinero es una convención, esto es, un valor relativo. Así las cosas, nuestras conversaciones cotidianas acaban rigiéndose por la lógica tácita de que el dinero es el bien primordial, la máxima aspiración, y que el deber de todo ser humano decente es anteponer su obtención y multiplicación a los demás aspectos de la existencia. ¡Qué confusión terrible! ¡Qué cansancio!


Hombre vacío, Leonardo Avelino Rodriguez.


Los bienes primordiales y absolutos, no convencionales, son aquellos que nos permiten cubrir nuestras necesidades fundamentales. Y aquí ya empezamos a complicar la cosa: está tan extendida la idea de que sólo el dinero satisface cualquier carencia... Nuestra más exigente necesidad de subsistencia es la respiración. Hasta ahora, la fe fanática en el dinero ensucia sin recato el aire nuestro de cada día. Lo mismo vale para el agua, que quizá sea nuestra segunda urgencia física. Llegamos a la comida y, ¡ay!, desvelamos a la madre del cordero: palabras como "pan" o "sustento" se han convertido en sinónimo inequívoco de "sueldo". Decimos: "Así me gano el pan". Decimos: "¡Es el pan de mis hijos!". El dinero no es el pan, sino el medio de pago y cobro más generalmente aceptado en las panaderías. Es un rodeo que acordamos dar –de forma colectiva y por comodidad– para llegar al pan. Y donde digo pan, digo abrigo –ropa o refugio–.

Ahora bien, el dinero ha tomado entidad propia y se le atribuyen capacidades que rozan la omnipotencia. Se acepta comúnmente que es razonable hacer, por dinero, casi cualquier cosa que de otro modo no haríamos. Se lo considera un argumento incontestable para capitular y conceder en dilemas prácticos que contienen aspectos de índole existencial, moral, vital. El factor dinero arrumba sin demora las convicciones profundas, haciéndolas pasar por melindres que no vienen al caso.

¿La economía tiene en nuestros días la última palabra para todo? Hablemos en sus términos, entonces. Manfred Max Neef, economista, aísla y enuncia las necesidades humanas, que concreta en: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. ¿Cuántas de ellas requieren efectiva e inevitablemente dinero para ser satisfechas? ¿Y a cuántas estamos renunciando cada vez que anteponemos el dinero al resto de consideraciones que honestamente podríamos hacernos? ¿Hasta qué punto su obtención y multiplicación se ha convertido en el principal motor de nuestra vida? ¿Ya es el único? ¿Estamos en número rojos, no convencionales sino esenciales? ¿A cuánto asciende nuestra deuda con nosotros mismos?

Comentarios

  1. "-¿Es que no le interesa el dinero?
    -No; porque se ha convertido en meta y nos impide disfrutar del camino por donde vamos andando.
    -Pero hace falta para vivir.
    -Eso suele decirse, sí. Para vivir... Pero ¿a qué llaman vivir? Para mí vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen, no contestar que sí ni que no sin haber contado antes hasta cien como hacía el Pato Donald... Vivir es saber estar solo para aprender a estar en compañía, y vivir es explicarse y llorar... y vivir es reírse... He conocido a mucha gente a lo largo de mi vida y, créame, en nombre de ganar dinero para vivir, se lo toman tan en serio que se olvidan de vivir."

    'Caperucita en Manhattan', de Carmen Martín Gaite.

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  2. Lúcida Carmen Martín Gaite.

    Me parece que usted, de lunática, nada.

    ¡A vivir!

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