Cerremos las sucursales
La exploración, comprensión y divulgación honestas de la verdad no se cuentan entre los principios fundamentales de la publicidad o el entretenimiento. Ni siquiera entre sus potenciales beneficios tangenciales. Cuando la industria de la venta y la distracción nos dice una verdad, lo hace por conveniencia o por error.
Y sin embargo, son muchas las personas que restringen su visión de la vida a lo que les inculcan los medios –omnipresentes–, y que reducen su idea de creatividad a las ocurrentes y fácilmente digeribles triquiñuelas publicitarias.
Hombres y mujeres huyen así del cuestionamiento interior, que tiende a poner patas arriba el relato dogmático y confortable sobre quién soy y en qué mundo vivo. Pero en esta evitación instintiva de la inquietud, se arrojan a los brazos del verdadero enemigo: la indiferencia existencial. Es decir, la flojera de la voluntad, la ignorancia o la exacerbación innecesaria del sentimiento, y la renuncia a la acción transformadora.
Adoptar una posición de indiferencia existencial equivale a dimitir de vivir la propia vida. Guiarnos por "lo que nos dicen", "lo que ya se sabe" y "lo que es así" supone convertirnos en una sucursal que asume, defiende y propaga intereses de otros. Y basta con echarle un vistazo a la prensa antigua –de apenas unos años atrás– para hallar en ella leves o evidentes discrepancias con el discurso del presente: cada nuevo objetivo interesado requiere algún ajuste ideológico.
El camino que han recorrido durante siglos el arte y la ciencia –movidos por un interés más amplio que el de una cuenta de resultados– es el de la exploración, comprensión y divulgación honestas de las verdades profundas sobre quiénes somos y en qué mundo vivimos.
¿Seguirá usted fiando sus convicciones y sus decisiones a la familiaridad de un programa televisivo, a la simpatía de un vídeo en la red o al impacto de un anuncio? ¿No le parecen el arte y la ciencia espejos más precisos? ¿Que no tiene tiempo de reformular sus creencias desde la autenticidad, la coherencia y la humanidad? ¿Está en su derecho de declinar cualquier invitación a pensar, sentir y actuar? Oiga, pero... ¿usted quiere vivir?
Y sin embargo, son muchas las personas que restringen su visión de la vida a lo que les inculcan los medios –omnipresentes–, y que reducen su idea de creatividad a las ocurrentes y fácilmente digeribles triquiñuelas publicitarias.
Hombres y mujeres huyen así del cuestionamiento interior, que tiende a poner patas arriba el relato dogmático y confortable sobre quién soy y en qué mundo vivo. Pero en esta evitación instintiva de la inquietud, se arrojan a los brazos del verdadero enemigo: la indiferencia existencial. Es decir, la flojera de la voluntad, la ignorancia o la exacerbación innecesaria del sentimiento, y la renuncia a la acción transformadora.
Adoptar una posición de indiferencia existencial equivale a dimitir de vivir la propia vida. Guiarnos por "lo que nos dicen", "lo que ya se sabe" y "lo que es así" supone convertirnos en una sucursal que asume, defiende y propaga intereses de otros. Y basta con echarle un vistazo a la prensa antigua –de apenas unos años atrás– para hallar en ella leves o evidentes discrepancias con el discurso del presente: cada nuevo objetivo interesado requiere algún ajuste ideológico.
El camino que han recorrido durante siglos el arte y la ciencia –movidos por un interés más amplio que el de una cuenta de resultados– es el de la exploración, comprensión y divulgación honestas de las verdades profundas sobre quiénes somos y en qué mundo vivimos.
¿Seguirá usted fiando sus convicciones y sus decisiones a la familiaridad de un programa televisivo, a la simpatía de un vídeo en la red o al impacto de un anuncio? ¿No le parecen el arte y la ciencia espejos más precisos? ¿Que no tiene tiempo de reformular sus creencias desde la autenticidad, la coherencia y la humanidad? ¿Está en su derecho de declinar cualquier invitación a pensar, sentir y actuar? Oiga, pero... ¿usted quiere vivir?
Cuadros de Greg Dunn
Comentarios
Publicar un comentario