Reservado el derecho de lectura
En general, no está dispuesto uno a regalar margaritas a
los cerdos. ¿Da alguien a la ligera lo mejor de sí mismo al primero que pasa?
Nadie quiere sentir, tras abrir de par en par y de buen grado las puertas de su
casa, que acogió en ella a huéspedes indignos, ingratos y gorrones. Nadie
quiere decirse a la postre: “Más me hubiese valido atrincherarme. ¡Me entregué
para nada!”.
¿Por qué se asume entonces que los escritores brindan su
obra a quienquiera que lea? ¿Lanzan los escritores su obra al mundo como el que
arroja un mensaje embotellado? ¿Le ofrecen a cualquiera la palabra escogida,
el ramo exuberante, lo mejor de sí mismos, la casa hospitalaria y hasta el alma
desnuda?
Todo eso y más aún. Pero lo encierran antes
en una caja de cristal inquebrantable con que protegen ese tesoro del
espíritu de humedad, frío, polvo y, sobre todo, de lectores malintencionados.
Lectores que recorren los renglones de mala fe, con afán solapado, y que si
ensalzan a un poeta es porque pueden servirse de sus versos para vender
ideologías o productos, para comprar favores o servicios.
A ellos, la caja transparente y hermética sólo les deja
entrever los títulos, frases sueltas, acaso algún pasaje. Y por mucho que traten
de apropiárselas, esas palabras no van a pertenecerles. La obra plena, las
flores frescas, la mesa franca y el corazón abierto se dan al lector generoso,
atento, paciente, esperanzado, que lee de veras, que lee honestamente y sabe
recibir el fruto del amor y del trabajo: para él, el cristal se desvanece y la
obra se despliega sin temor de que la tergiversen.
leerte es como un atardecer,entrañable y revelador..gracias por compartir tanta magia, un beso
ResponderEliminar"La obra plena, las flores frescas, la mesa franca y el corazón abierto se dan al lector generoso, atento, paciente, esperanzado, que lee de veras, que lee honestamente y sabe recibir el fruto del amor y del trabajo." Y yo escribiendo sobre ti sin aún conocerte, elena.
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