El chico de la última fila

“Estás abusando. Esa gente es casi analfabeta. En esa casa no hay un gramo de poesía. Les sueltas un verso y es como tirarles una bomba”, le reprocha Germán, profesor de literatura, a Claudio, su alumno talentoso y rebelde de la última fila. ¡Y bendita bomba, la que lanzan desde el escenario Juan Mayorga, Víctor Velasco y La Fila de al Lado!



“El chico de la última fila” –que se representa en la Sala Muntaner de Barcelona hasta el próximo 20 de abril– constituye una muestra palpable de cómo la ancestral capacidad del teatro para remover la conciencia, prender el debate y contribuir al crecimiento intelectual y emocional del público, todavía no se ha extinguido. Durante una hora y tres cuartos, seis actores nos adentran en una cotidianidad que nos es ajena y aun así plenamente reconocible. Allí nos relatan una historia de aparente inocencia, que progresivamente se desvelará compleja, turbia, paradójica. A nosotros mismos, espectadores al amparo de la oscuridad y la distancia, nos cuesta tanto como a los propios personajes tomar sus decisiones, y no reconocemos con nitidez sus errores hasta que las consecuencias los revelan irreparables.


Todo esto lo consigue La Fila de al Lado haciendo buen uso de las armas del teatro. Por una parte, destaca el trabajo coral de los intérpretes Miguel Lago –a la cabeza de la compañía–, Óscar Nieto San José, Olaia Pazos, Carlos Morla, Sergi Marzá y Natalia Braceli. Por otra, el modo en que se usan sabiamente la conciencia y dosificación del ritmo; el tratamiento eficaz y poético del espacio –que se multiplica en lugares de acción simultánea o que se concentra en rincones recogidos, pasando de un escenario al otro en un instante–; la luz sencilla y cambiante como separador y aglutinador de las distintas partes de la fábula –cuyo texto original está escrito de una sola pieza, sin actos ni escenas, con la imparable continuidad de la vida–; la música, sugerente y oportuna, sin estridencias ni afán de manipulación.


El espectáculo se estrenó en La Tabacalera de Lavapiés en julio de 2011 y desde entonces se ha representado en más de 150 ocasiones. Además, en 2012 fue galardonado con el premio del público del Festival Don Quijote de París y con el premio “José Luis Alonso” de ADE al mejor director joven. La larga vida del montaje y los premios de que se ha hecho acreedor no son, sin embargo, los mayores méritos de este montaje. Lo verdaderamente reseñable –por raro, por prodigioso– es la profundidad con que La Fila de al Lado y Víctor Velasco han comprendido la obra de Mayorga y la honestidad y fidelidad con que comunican esa lectura en todos sus matices.

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