El gran NO pendiente

Tome entre sus manos un puñado de nieve. Láncelo con más o menos puntería contra el torso abrigado de su amigo y/u oponente. Vea cómo el blanco proyectil se fragmenta en trocitos helados e inofensivos. Encaje a su vez los que él le tire. Rían juntos.

O bien tome entre sus manos un puñado de nieve. Quédeselo entre las manos, mojándole los guantes, helándole los dedos, durante un rato. Siga rumiando sus razones para abatir a su amigo y/u oponente con la bola. Dude. Deje la bola en el suelo y hágala avanzar con ligeros toques ante usted mientras camina. Véala crecer. Véala engordar. Véala agigantarse. Oiga la risa estridente de su amigo y/u oponente, que sigue lanzándole a la ligera pegotes de nieve sucia. Decida cómo va a devolverle equitativamente esos golpes fríos. Considere usar la bola monumental que aún empuja.

Los niños buenos dicen siempre SÍ. Responder NO es tan feo como hurgarse la nariz. Y así vamos por los prados nevados callando nuestros NO pendientes. Y el mero hecho de llevarlos a rastras aumenta su tamaño. Y mientras, el amigo y/u oponente a quien le ahorramos ese NO indeseable sigue bombardeándonos con innumerables pequeñeces grisáceas que engrosan nuestra bola de nieve atómica.

Devolvamos hoy mismo un NO razonable, un NO justo, un NO alegre y liberador. Que la bola no acabe sepultándonos a todos, a usted, a mí y a nuestros respectivos amigos y/u oponentes.