Independencia

La confusión en que han sumido a la población las elecciones del próximo domingo pasa de castaño oscuro. Ya no somos personas, sino hordas en pos de una sola tierra de promisión. El embolado es mayúsculo y no hay conversación que no derive más tarde o más temprano en un intercambio de sobrentendidos cómplices sobre la venturosa proximidad de la independencia de Catalunya. ¡Acabáramos!

La independencia, un concepto complejo cuya consumación abriría las puertas a la construcción de una nueva estructura estatal todavía indefinida –quizá mejor, porque difícilmente se puede estar peor–, no está siendo abordada como merece. Un gran cambio exige un proceso de reflexión seria, informada y coherente. Escuchen brevemente el discurso electoral de unos y otros. Oigan las conversaciones acaloradas que tienen lugar en los bares. Echen un vistazo a facebook y a twitter, templos de la opinión contemporánea. ¿Cuánto hay ahí de reflexión y cuánto de apasionamiento?

Una buena mujer le espeta a otra –que no es catalana de nacimiento–: “Que a tu sí que t’hi voldrem!” [¡Que a ti sí que te querremos (en nuestra Cataluña independiente, se deduce)!]. Y uno no sabe en nombre de quién habla ella con tanta condescendencia, con qué autoridad se arroga el derecho a decidir quién vivirá allí, y si a su interlocutora la querrán por ser precisamente ella, haciendo una excepción. Alguien más plantea a sus amigos que duda entre votar a CiU o a la CUP. Parece una broma o un juego lingüístico que consistiese en construir un nuevo partido cambiando sólo una sigla. Sin embargo, su preocupación es compartida por otros a quiénes se les divide el corazón entre la consecución del gran anhelo histórico de tantos catalanes –que no de todos, aunque ahora se reivindiquen nacionalistas independentistas de pura cepa– y el resto de objetivos del gobierno que se acabe constituyendo.

Pero la letra pequeña de los programas no lo es tanto y no cuesta advertir que los conservadores de cualquier partido seguirán siéndolo en un estado propio. Que el dinero que “Madrit ens roba” (sic), cuando finalmente se quede aquí, en la cacareada “hisenda pròpia”, se administrará según los principios de cada quién. Y que si uno vota liberalismo y privatización en prenda de la independencia, eso obtendrá también en su flamante “Catalunya triomfant”.

Nuestra amiga M. dice que el domingo votaremos en defensa propia. No del independentismo, sino de la sinrazón de esta exacerbación del conservadurismo que se produce en las actuales circunstancias, cuando más falta haría desplegar políticas no conservadoras. Nuestro amigo J.M. suspira al señalar que mientras la gente suplica la instauración de la dación en pago, ondean las banderas de la nación en pago. ¡Cuánta razón tienen!

Comentarios

  1. El més important és anar a votar, exercir el teu dret a vot i sobretot sobretot, no deixar mai de tenir la llibertat de dir el que pensem, peti qui peti, agradi o no.

    Un petó!

    Et llegeixo sempre,

    SU

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  2. Moltes gràcies, SU, per visitar tot sovint "Las uñas negras".

    És cert, cal que anem a votar, per molt desencoratjadora que sembli la realitat política actual.

    Una abraçada.

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  3. Moltes gràcies, Pepa, per un article tan necessari.

    Per cert, quina és la nacionalitat de l'art?

    La poesia, té fronteres?

    Petons.

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  4. Bueno, pues ya pasó el 15 N (quince narices tenía la cosa -cantado con la tonadilla de 5 lobitos tenía la loba)
    Un abrazo Pepa, como siempre un placer leerte.

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  5. 25, Eva, 25. Más narices todavía.

    Pasado está. Pero aún nos queda lejos el reposo mediático. Hay omnipresencia política para rato.

    Besos.

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  6. Que bonic, això de la nacionalitat de l'art i les fronteres de la poesia, Harry.

    Canviem els mapes geopolítics per uns de nous: els artipoètics!

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