Hambre japonesa

La Sala Beckett ve amenazada su continuidad a partir de enero. El Círcol Maldà cerrará en un año. Ambos anuncios han merecido recientemente la atención de la prensa y así Toni Casares y Pep Tosar, sus respectivos directores artísticos, han podido hacer pública la gravedad de la situación de los dos teatros, la ruina irreparable que se cierne sobre ellos.

Que la problemática de cada una de estas salas difiere francamente de la que aqueja a la otra, lo advierte uno a simple vista. La Beckett agoniza tras serle retirado el apoyo económico de las instituciones públicas que constituía su sustento básico. El Maldà sucumbe por imperativo inmobiliario, sin haber conseguido siquiera que se le reconociese el estatus de teatro alternativo –principalmente en lo relativo a la concesión de subvenciones–. Quizá con la ayuda económica que se le ha escamoteado, el Maldà hubiese podido revolverse contra una propiedad abusiva e insensible, como ya se revolvió la Beckett contra el monstruo arrendador Núñez & Navarro. Sin embargo, cualquier diferencia se disuelve en el destino que parece aguardar inexorablemente a ambos teatros, en el destino común de todo teatro posible si alguna cosa no cambia pronto y de raíz: la desaparición.

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Quien emprende una huelga de hambre decide disputar un pulso simultáneo, a dos brazos, contra la vida y contra la muerte, y lo hace con fuerzas cada vez más mermadas. Misteriosamente, su lucha conmueve a gente que raramente se deja turbar por el dolor ajeno y que de repente siente la urgencia de que el combate se resuelva. Cuando esa gente es mucha y se hace oír, los que tienen en su mano la solución al problema inicialmente irresoluble que condujo al huelguista a adoptar una medida tan drástica se ven impelidos a actuar.

Nadie acomete una huelga de hambre a la ligera, con la inocente frivolidad del niño enfurruñado que grita: “¿A que no respiro?”. No sólo se arriesga la salud, sino que se corre el peligro de no ser capaz de sostenerla, de que el gesto simbólico quede en agua de borrajas y de que en consecuencia pierda valor la causa que lo motivó. Pero la contundencia de una huelga de hambre tampoco implica que todas salgan en los periódicos, aunque no por ello se tambalea la convicción de los huelguistas. Son tan pocos los teatros, los profesionales y las compañías que cobran regularmente por su trabajo, que mantenerse firme en la actividad teatral, concentrarse en la creación dramática y hacer llegar al público espectáculos de calidad constituye una especie de huelga de hambre secreta a perpetuidad. El tópico romántico de que los artistas viven del aire es hoy una realidad palpable: deben hacerlo, porque no hay nada que echarse a la boca. Su huelga es también a la japonesa: trabajan a destajo, no conocen el reposo, la misma creación que los alimenta, los consume.

De seguir las cosas como hasta ahora, se plantea un problema teatral de orden arquitectónico aún más serio que la deplorable acústica de muchas salas de teatro de construcción reciente. Hará falta repensar los edificios de uso teatral y equiparlos con un huerto; entre la escritura de obras y los ensayos, entre las labores de producción y las de construcción de los elementos escenográficos o las de iluminación, entre las funciones y la difusión de los espectáculos, los profesionales podrán explotar el huertito y pegarse de vez en cuando un buen festín de zanahorias, berenjenas, cebollas, patatas, tomates y escarolas con el que sacar el vientre de mal año. En Barcelona, el único teatro debidamente dotado para esta nueva era dramática vegetariana es el TNC, con su jardín circundante óptimo para el cultivo de hortalizas.

Un huerto en el TNC

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Lamentablemente, la Associació de Teatre Bambalina de Santa Perpètua de Mogoda carece de huerto. Aun así, Bambalina y la compañía Cos de Lletra han puesto en marcha el ciclo “Nits entre bambalines” (“Noches entre bambalinas”). Un viernes de cada mes, este espacio abrirá sus puertas al público con una propuesta teatral, musical o poética. Estas “Nits entre bambalines” se inaugurarán el viernes 26 de octubre a las 21h con la lectura dramatizada de una selección de escenas de la trilogía ácrata de Esteve Soler, formada por las obras “Contra el progrés”, “Contra l’amor” y “Contra la democràcia” y estrenada con éxito en numerosos países. Leerán las piezas los actores Salva Artesero, Neus Umbert y Ruth Vilar, y el acto contará con la presencia del autor.

Iniciativas a la japonesa, como ésta, no resuelven la tragedia cotidiana y callada de no comer. Pero alimentan.

 Associació de Teatre Bambalina

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