Los juegos olímpicos punto por punto
La
comentarista deportiva decana –sempiterna e incrustada en la pantalla–, se
dirige a la cámara mientras teje con destreza en punto garbanzo una bandera de
su país.
La COMENTARISTA cuando aún no tricotaba en antena
COMENTARISTA:
Uno del derecho, uno del revés… Pues sí, señoras y señores, las primeras
jornadas olímpicas han dado al traste con buena parte de nuestras fundadas
esperanzas de reventar el medallero. Para empezar, un cúmulo de injusticias
arbitrales –demasiado graves para ser consideradas errores inocentes–
ha desposeído a nuestros jóvenes futbolistas de la medalla de oro que por
coraje, esfuerzo y talento merecían más que nadie. Uno del derecho… Que puestos
a arrebatarles la de oro, bien podrían haberles dejado la de plata, o hasta la
de hojalata: ¡a falta de pan, buenas son tortas! Ah, y para tortas, las que se
pegó contra el tatami nuestro valiente yudoca, ¡había que verlo! Pues van los
jueces, que son unos rencorosos, y como se habían hartado de levantarse de la
silla cada vez que la criatura rodaba heroicamente por el suelo, le adjudicaron
la victoria al rival, que no había dado ni golpe. Uno del revés… Sepan ustedes
que tanto mangoneo tiene una explicación, que el desfile de nuestros
deportistas en la ceremonia inaugural, tan guapos y tan alegres, despertó
muchas envidias. ¡Y venga a meterles prisa para que se quitasen de en medio, con lo que habían tardado en dejarles salir! Pues eso, como somos mejores que
ellos quieren castigarnos. ¿Cómo, si no, iban a quedarse sin medalla nuestros ciclistas? Si se la
dieron a un kazajo por pena, porque se iba a retirar, como si fuese un premio
honorífico o algo así. Uno del revés ¿o era del derecho? Sin medalla en ping-pong,
en tiro con arco y con pistola de aire comprimido –con la puntería que tenemos
nosotros, ¡por Dios bendito!–, en gimnasia masculina, ¿qué me dejo? Uno del
derecho. Pobrecicos míos, si es que se le quitan a una hasta las ganas de hacer
punto. Pero no caigamos en el desánimo, que es lo opuesto al espíritu olímpico.
Anímense ustedes y sigan animando a los nuestros: contra viento y marea y le
pese a quien le pese, se encaramarán a lo más alto del podio las chicas de la
sincro, los chicos de la cesta, la nadadora de no me acuerdo cuántos metros
lisos, la saltadora de altura sin pértiga y uno del revés… Porque, vamos a ver,
¿qué credibilidad podremos otorgarles, si no, a unos Juegos donde no se salvan
ni la seguridad, ni el público, ni el pebetero? Lo único que me ha gustado hasta
ahora, ese que tocaba el piano en la inauguración. ¡Qué elegancia, qué
inteligencia! ¡A él sí que le tejía yo un buen jersey de punto inglés!

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