Europa: un continente




A pesar de que Élisée Reclus defendía hace más de un siglo en El arroyo que el estudio de la geografía debería emprenderse a partir de la observación de la naturaleza inmediata, somos muchos los que recibimos una educación geográfica basada en la memorización y el recitado de listas de nombres. La primera y más sencilla de esas retahílas rezaba: "La Tierra se divide en cinco continentes: Europa, Asia, África, América y Oceanía".

En eso voy pensando mientras camino Paseo de Gracia arriba, cruzándome en sus anchas aceras con una multitud de mujeres; cada una de ellas sujeta dos o más bolsas de papel, procedentes de las tiendas circundantes, que se balancean a su paso. A los reclamos de "Rebajas", "Segundas rebajas", "50 %" y similares, acude una porción significativa de la población femenina europea con una entrega incondicional. Por la expresión de felicidad que se trasluce en sus rostros, diríase que las marcas de lujo o relumbrón les hacen un favor vendiéndoles bolsos a trescientos euros, blusas a doscientos o pañuelos estampados a cien. Auténticas gangas. Este afán por poseer artículos que supuestamente confieren a quien los viste seguridad en sí misma, prestigio social, una capacidad profesional sobresaliente o un atractivo sexual sin parangón, contrasta con la indiferencia hacia las auténticas conquistas necesarias en términos de igualdad i justicia. No son más que un envoltorio de celofán.

Un par de manzanas después, pasan una tras otra cuatro madres que empujan cochecitos vacíos. Me sorprendo designándolas "madres" cuando no las acompaña niño alguno. Y aunque el sentido común sugiera la existencia de un centro infantil -guardería, ludoteca, escuela de verano- en alguna de las calles próximas, yo voy elucubrando que el carrito vacío constituye el caparazón de la maternidad. Su continente. Tal vez la única forma de maternidad a nuestro alcance en la Europa en que vivimos.

Europa misma ha dejado de ser un continente para convertirse en un contenedor. Lo que aún no tengo claro es si todos nosotros, los que nos debatimos por respirar en su interior, somos mercancía o sencillamente basura.




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