Periodismo cultural

Ignorante de mí, creía que el periodismo servía para arrancar al hombre de su burbuja y conectarlo con la realidad circundante que tiene lugar más allá de su limitado ámbito de percepción individual. Creía que a través del periodismo podía el hombre conocer aquello que ignoraba, profundizar en aquello que apenas le sonaba de oídas, descubrir aquello que otros se empeñaban en mantener deliberadamente oculto. Debo haber visto demasiadas películas de periodistas con principios y sin temores en las que un protagonista con afán de saber planta cara a las conveniencias, a las alianzas de silencio, a las injusticias blindadas bajo una apariencia de legalidad; el caso es que, para que en estas películas el héroe acabe triunfando y la verdad saliendo definitivamente a la luz, hace falta un medio riguroso y valiente que se decida a publicar ese trabajo de investigación. Sin ese periódico o canal de televisión o espacio radiofónico, el periodista saldrá a emborracharse, convencido de que todo su trabajo se habrá quedado una vez más en agua de borrajas y de que en un cajón de su escritorio se pudrirá algo que debería saber el mundo entero. Fundido en negro.

Pero el buen cine hace mucho daño. Vuelve al hombre idealista, soñador, quijotesco. Será por eso que hoy, sábado, con El País sobre la mesa, no doy crédito al advertir cómo han degenerado las supuestas líneas editoriales del periódico. El suplemento cultural Babelia tiene la extensión de la hoja parroquial de mi pueblo, mientras que la revista SModa –hija de la crisis de ventas, intento de captar nuevos públicos– presenta 88 páginas a todo color. El periodismo cultural serio pierde espacio y presupuesto. A la vez, en la portada de papel cuché se lee el titular “Ningún gato sin cascabel (de diseño)”, presto a convertir en tendencia una realidad minoritaria que no casa ni con las posibilidades financieras ni con la capacidad intelectual del grueso de la población. Bajo la pátina de un reportaje documentado –con cifras, tanto de porcentajes como de precios–, lo que SModa publica es en verdad un catálogo publicitario de los despropósitos de la moda infligidos a perros, gatos y canarios y una oda a su valor como motor de la economía.


Detalle de fotografía de Pablo Zamora 
para el reportaje "¡Guau!" en SModa de El País.


El periodismo, que debería abrirnos más los ojos, ha quedado reducido a mero mecanismo de propaganda. Donde esperábamos encontrar verdad sólo hay una superficie abrillantada. Los medios cuentan con el grafismo más atractivo, los más potentes altavoces publicitarios, la mejor red de difusión –en cada quiosco, televisor o transistor, en cada pantalla de ordenador–; sin embargo, renuncian progresivamente precisamente a aquello que les daba sentido: el contenido. El caso de El País es paradigmático, pero esta misma semana El Punt Avui ha anunciado a bombo y platillo una ampliación de sus suplementos y al mismo tiempo ha prescindido de -¿algunos, todos?- sus colaboradores externos. 

Babelia anuncia en un rincón de sus escasas páginas el Seminario de Periodismo Cultural que se desarrollará en el maravilloso Palacio de la Magdalena de Santander los próximos días 18 y 19 de julio. Tomarán parte en él grandes profesionales procedentes del Grupo Prisa o de otros medios que les imponen las mismas condiciones espartanas. Con semejante panorama cuesta dilucidar si el evento persigue una verdadera explosión periodística de trabajadores que se abran paso con rotundidad, o si no es más que el suave cepillo de mesa con que se recogen las migajas económicas que –en forma de matrículas y patrocinios– se recaudan para alimentar a los profesionales de la cultura.


Comentarios

  1. Muy acertado y muy bien escrito, como siempre.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, Francisco, por seguir leyendo y por tu elogioso comentario.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Yo soy buena persona

La mujer barbuda

Invectiva contra padres lacrimosos