Canto constitucional nostálgico

Horas, días y años
transcurren y se escurren
entre los grandes dedos,
callosos y plagados
de toscas cicatrices,
del Tiempo.

Son arena brillante que resbala
entre sus viejas manos de uñas negras
sin que nosotros, hormigas minúsculas,
podamos suspender la implacable
cascada, la cruel montaña de arena
que se desploma sobre nuestras alas
y nos sepulta.


¿Dónde, en estos doscientos años, habrá quedado enterrada la libertad de expresión que en 1812 –y bajo las restricciones y responsabilidad que establecieran las leyes reconoció La Pepa?

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