Escapar a la impotencia afónica
Vengo guardando silencio demasiados días ya. Se acumulan escándalos y desmanes de plena actualidad y callo. No por desinterés, ni por prudencia, ni siquiera por vergüenza ajena –aunque algo de esto último también haya–. Mantengo una mudez tozuda porque la realidad noticiada me empacha y no encuentro manera de verbalizarla sin prorrumpir en vómitos. Tal es la injusticia que asaetea ahora al hombre –al viejo, a la mujer, al niño– de a pie, y tal el descaro con que los bendecidos por la fortuna hurgan en esa herida, que se me hacen insuficientes las palabras. Se me hiela la sangre ante el degradante espectáculo del harto arrebatándole el pan al hambriento. Se me corta el aliento oyendo al ladrón justificar su acción con palabras –precisamente con palabras, material noble que queda así reducido a pintura para fachadas–.
Me devuelve la voz Ken Loach con su película Looking for Eric (Buscando a Eric, 2009), una fábula optimista con la que el director, maestro del retrato social, lanza un reto a los empobrecidos, a los abandonados, a los que se creen hundidos para siempre. A partir de una idea del exfutbolista Eric Cantona, Ken Loach entona un canto a la superación personal, a la confianza en quienes nos abrigan y empujan con su afecto, a la imaginación como herramienta transformadora, a la necesidad de decir «¡No!».
Recobrada el habla, charlo animadamente con Alexandre, un senegalés afincado en La Garrotxa que atiende la cafetería «Le Baobab». Entra uno allí con sed o hambre y sale con los horizontes del alma más anchos, más limpios, más cálidos. Alex conversa sobre la vida, en general, y olvida uno que poco antes no lo conocía. Mira a los ojos a su interlocutor sin descuidar por ello las tareas que lo ocupan. Esboza a pinceladas sueltas el retrato de su experiencia mientras remueve un guiso; confiesa con sencillez sus prometedores planes de futuro mientras devuelve el cambio. Ha desempeñado toda clase de oficios y está en su último curso de economía. Disfruta discutiendo sobre el asunto –de la economía local a la macroeconomía– con un colega suyo, chino olotino, que frecuenta «Le Baobab». No se queja de los altibajos de su propia vida; tampoco los cuenta con resignación. Los acepta, se adapta, nunca pierde el norte, sigue alimentando ilusiones, concibe planes ambiciosos y se esfuerza para materializarlos. Concluye que aquí la sociedad entera vivía enfebrecida por ganar dinero para vivir mejor, y acababa viviendo peor para ganar dinero. Ahora que ya no hay dinero, ¿cómo elegirá vivir?
Me devuelve la voz Ken Loach con su película Looking for Eric (Buscando a Eric, 2009), una fábula optimista con la que el director, maestro del retrato social, lanza un reto a los empobrecidos, a los abandonados, a los que se creen hundidos para siempre. A partir de una idea del exfutbolista Eric Cantona, Ken Loach entona un canto a la superación personal, a la confianza en quienes nos abrigan y empujan con su afecto, a la imaginación como herramienta transformadora, a la necesidad de decir «¡No!».
Recobrada el habla, charlo animadamente con Alexandre, un senegalés afincado en La Garrotxa que atiende la cafetería «Le Baobab». Entra uno allí con sed o hambre y sale con los horizontes del alma más anchos, más limpios, más cálidos. Alex conversa sobre la vida, en general, y olvida uno que poco antes no lo conocía. Mira a los ojos a su interlocutor sin descuidar por ello las tareas que lo ocupan. Esboza a pinceladas sueltas el retrato de su experiencia mientras remueve un guiso; confiesa con sencillez sus prometedores planes de futuro mientras devuelve el cambio. Ha desempeñado toda clase de oficios y está en su último curso de economía. Disfruta discutiendo sobre el asunto –de la economía local a la macroeconomía– con un colega suyo, chino olotino, que frecuenta «Le Baobab». No se queja de los altibajos de su propia vida; tampoco los cuenta con resignación. Los acepta, se adapta, nunca pierde el norte, sigue alimentando ilusiones, concibe planes ambiciosos y se esfuerza para materializarlos. Concluye que aquí la sociedad entera vivía enfebrecida por ganar dinero para vivir mejor, y acababa viviendo peor para ganar dinero. Ahora que ya no hay dinero, ¿cómo elegirá vivir?
«Ànima de faig [Alma de haya]» © Salva Artesero
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