La primera piedra
La señal anuncia: "Tramo
de concentración
de accidentes".
Y, de golpe y porrazo,
como un solo hombre
acercándose a Getafe,
los conductores ponen
especial cuidado.
Y miran con desconfianza
a un lado y al otro,
y claman: "No seré yo
el culpable, no.
Será culpa de aquél,
o de Dios, o del maldito tramo.
Yo lo hago bien.
Son ellos
los auténticos
malvados".
Anuncia el rótulo
del establecimiento
del centro de Madrid
-con luces de salón recreativo,
con promesas de saldo-:
"Conozca su futuro.
Discreción y acierto
asegurados".
Y multitudes temblorosas
a un tiempo
se sientan frente
a una tarotista disfrazada,
y suplican:
"Soy inocente, yo.
En los mil males
que me aquejan
no tomé parte.
Yo lo hago bien.
Son ellos
los auténticos
malvados".
¿Quién les creerá?
¿Se creerán siquiera
ellos mismos dignos
de lanzar contra el viento
la primera piedra?
de concentración
de accidentes".
Y, de golpe y porrazo,
como un solo hombre
acercándose a Getafe,
los conductores ponen
especial cuidado.
Y miran con desconfianza
a un lado y al otro,
y claman: "No seré yo
el culpable, no.
Será culpa de aquél,
o de Dios, o del maldito tramo.
Yo lo hago bien.
Son ellos
los auténticos
malvados".
Anuncia el rótulo
del establecimiento
del centro de Madrid
-con luces de salón recreativo,
con promesas de saldo-:
"Conozca su futuro.
Discreción y acierto
asegurados".
Y multitudes temblorosas
a un tiempo
se sientan frente
a una tarotista disfrazada,
y suplican:
"Soy inocente, yo.
En los mil males
que me aquejan
no tomé parte.
Yo lo hago bien.
Son ellos
los auténticos
malvados".
¿Quién les creerá?
¿Se creerán siquiera
ellos mismos dignos
de lanzar contra el viento
la primera piedra?

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