Reflexiones de fin de semana

SÁBADO
Juan Manuel Galeas ganó el año pasado el Certamen Terra i Cultura que convoca el Celler Vall Llach. La canción premiada, «Em declaro vençut» ―que parte del poema de Miquel Martí i Pol―, es un prodigio de delicadeza y emoción. El sábado por la noche, Bocanord acogió el concierto «Tretze poetes». Un repertorio de canciones profundas, en la voz de Juanma Galeas y la guitarra de Pedro Merighi ―acompañados por Jordi Ruiz, al violonchelo―, acunó el corazón del público. Tras comenzar el recital con «Em declaro vençut», interpretaron durante más de una hora con una intensidad conmovedora otros doce temas, basados también en poemas en catalán ―de Clementina Arderiu, Gabriel Ferrater, Marià Manent, Salvador Espriu o Josep Maria de Segarra, entre otros―.

Cuando los artistas están ya en boca de todos, qué fácil se vuelve subirse al carro de sus admiradores. Cuando todavía no les salen los contratos de debajo de las piedras ni les llueven las campañas promocionales, es ahora cuando habría que llenar las pequeñas salas donde actúan.



DOMINGO
Con un vaso de vino en la mano y sentados al sol, tratamos de resolver una ecuación inextricable: ¿cómo podemos exigir eficiencia, rigor, capacidad y entrega a los cargos municipales políticos ―cuya elección se avecina de nuevo, inexorable― si en buena parte de los casos y de los pueblos su bagaje poco o nada tiene que ver con la labor que desempeñarán tras ser nombrados concejales? Lo mismo vale a menudo para los cargos municipales técnicos, que en más de una población saltan de Cultura a Obras Públicas sin complejos ni problemas de conciencia. La gente se mete en política con ilusión a raudales y más bien justos de talento. Los políticos municipales se confiesan amateurs y si reciben una remuneración lo hacen como compensación a las horas que le dedican a la causa pública. Pero ¿cuántos amateurs hacen falta para gestionar con la eficacia de un profesional asuntos complejos que a todos nos atañen? La profesionalidad no la da el sueldo, ni el conocimiento viene con la designación ―sea democrática o a dedo―.

A veces, buena compañía, sol y vino nos invitan a fantasear con que arreglamos el mundo. Después de la siesta, ya despejados, recordamos que el mundo no tiene remedio.



LUNES
Celebra Masoliver Ródenas en el prólogo a su libro Voces contemporáneas que los artículos que el volumen recoge aparezcan felizmente íntegros y con su título original, y no mutilados con arreglo a la extensión requerida o rebautizados para hacerlos más atractivos, como sucede tan a menudo con las colaboraciones en prensa. ¡Qué consuelo saber que esto pasa hasta en las mejores familias!

En el mismo texto, publicado por la editorial Acantilado, escribe «un editor tan insensato como Jaume Vallcorba», y aquí insensato es un reconocimiento, un elogio a la valentía y a la sana imprudencia. Sin editores insensatos no tenemos los autores adónde ir con nuestras obras menos convencionales. Yo quisiera que mi novela corta A cuerpo la publicase La uÑa RoTa, o minúscula, o Acantilado. Pero La RoTa ha publicado últimamente maravillosos textos de Beckett, Bernhard o Brecht; así que, aunque sólo sea por este estricto criterio alfabético, me temo que puedo esperar sentada. Y los deliciosos libros que edita minúscula están escritos por autores muertos o mayores de cuarenta y cinco años, requisitos que no cumplo aún; por si fuera poco, la mayoría son extranjeros, y esto tiene todavía menos visos de ir a arreglárseme. ¿Y con Acantilado? ¿Voy a abordar al venerable Jaume Vallcorba y a alargarle mi manuscrito, mientras musito ―me tiemblan la voz y las piernas sólo de pensarlo― «Gracias por leerlo, señor Insensato»?

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