Diagnóstico

El mal que aqueja a la cultura tiene nombre. La sempiterna pobreza, la escasez de medios, el magro y tardío rendimiento económico que padecen los artistas tienen nombre. La mediocridad, la eterna repetición de motivos y estilos, el difícil acceso a pequeñas grandes obras a los que deben resignarse los espectadores, lectores, oyentes -nunca "consumidores de cultura", por favor, eso no- tienen nombre.

El cuerpo cultural se consume y muere de hambre, de ahogo, de parálisis. Por más que dé, no recibe a cambio ni un real ni una col. Se dice que la providencia lo provee. Se dice que recoge más de lo que entrega. Se dice que es un cuerpo privilegiado, mimado, mantenido.

Pero el mal que lo aqueja es grave: un ejército administrativo de intermediarios que subcontratan intermediarios que delegan en intermediarios que escatiman hasta el último céntimo de sus presupuestos destinados a la cultura para asegurarse su propio sueldo. Políticos sin las nociones más básicas de cultura, empresas gestoras sin más ánimo que el de lucro, técnicos sin la menor sensibilidad artística. Son una tenia, una voraz solitaria que engulle el pan nuestro de cada día. Una pobre tenia temerosa de que alguien advierta que no tiene derecho a percibir su sustento, porque ¿qué da ella para merecerlo? Una tenia acorralada que lucha por su supervivencia, oponiéndose incluso a las demás tenias.

No se hagan ilusiones: quizá las solitarias se mordisqueen un poco entre sí por pasar el rato, pero seguirán alimentándose de nuestra carne cada vez más escasa.

Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo,aunque estoy segura que a quien corresponde nu tiene ni repajolera idea de lo imprescindible que es alimentar el alma para para habitar un mundo mejor.No solo de futbol vive el hombre,aunque muchos no sepan que hay mas cosas.Un abrazo

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  2. ¡Allá ellos con su ignorancia! Nosotras aquí, a alimentarnos el alma.

    Un buen abrazo y un atracón de poesía.

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