Se puede estar peor

Lo que se dice bien no estamos nunca. Al que no lo asedian las deudas, lo aflige la mala salud o lo hostigan la cuñada y el vecino. E incluso en esos raros momentos de placidez y gozo perfectos puede uno lamentar el incordio de un mosquito que zumba o la previsible brevedad del esplendor de la flor que todavía no se ha abierto. De la insatisfacción hemos hecho costumbre, y ya no nos contentan fortuna ni milagro. Aún queremos más.

Prolifera esta actitud y, con ella, una extraña competición multitudinaria. La de a ver quién está peor. Todo el mundo parece querer participar. Los contendientes se agrupan por gremio, por región, por renta, por sexo o por edad, por número de miembros, por aficiones o desafecciones... La cuestión es que no hay ya colectivo que no entone su particular miserere. En su dolor extremo, cada equipo sostiene que el suyo es el clamor definitivo. 

Sin embargo, como un mismo individuo pertenece a la vez e inextricablemente a diversos subconjuntos humanos, se da la incongruente situación de que entona ora un quejío, ora el opuesto, y a todos les concede prioridad. ¿Quién en su sano juicio puede esperar ganar este campeonato carente de lógica? En el juego de moda del pobredemí solamente se pierde.

Se pierde la entereza. Nos convencemos de que podemos poco y aún podemos menos. Y se nos van las fuerzas por la boca en gemidos dirigidos a nadie, porque ya nadie escucha. Se pierden la determinación y la esperanza. Es creernos embarrancados y dejar efectivamente de andar. Se pierden la responsabilidad y la confianza en uno mismo. Renunciamos a nuestras capacidades. Nos abandonamos en brazos de otros sin advertir que también ellos andan enfrascados en sus propios ayes.

Puestos a jugar, escojamos ocupaciones que alegren y alimenten lo mejor de nosotros. Que nos fortalezcan y nos esperancen. Que nos vuelvan más grandes y capaces y firmes. Sólo así sacaremos la cabeza de este hoyo que la queja perpetua ahonda y que amenaza con devorarnos pronto.

Ahora bien, si lo que usted tiene entre ceja y ceja es merecer el galardón de la desgracia, la copa mundial, el premio absoluto, siga aplicándose tal y como lo hace. Perfeccione su pena y su aullido. Se puede estar peor. Ya lo verá.



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