Los niños ¿perdidos?

Éranse una vez
dos niños que yo amé
y que también me amaban.
Nos reíamos mucho,
jugábamos, cantábamos,
y ninguno mandaba.

Vigilantes perfectos,
sus padres los querían
con ese amor tan duro
que no suelta la brida
ni deja entrar la brisa.
Espeso como un muro.

A mí no me querían.
Y, claro, eso se nota.
Con el tiempo yo a ellos,
(a los padres asépticos),
tampoco. Ni una gota.
Extraño a esos dos niños
con soledad de losa.

¿Qué me aleja de ellos?
Según sus padres, nada:
"Mira qué fácil es:
comamos todos juntos
y ponnos buena cara.
Dales un digno ejemplo:

las verdades, se ahogan;
los dolores, se callan;
donde hay hostilidad
de ida y vuelta, enquistada,
las personas de bien
fingimos paz y calma.

¿Verlos solos? ¡Jamás!
(Debes de estar chalada.)
Son una parte nuestra:
punta, talón o planta
de cada pie. Sin falta,
adonde vamos, van.

Nunca están
sin nosotros
nunca están
sin nosotros
nunca están
sin nosotros
nunca están
sin nosotros..."

Con extrema paciencia
espero el día en que
las partes se desprendan.
¿Se acordarán de mí
las personas enteras
que advertirán entonces
que ya de niños lo eran?



Comentarios

  1. La Bona Dona Vallesana14 de noviembre de 2018, 12:54

    Sin nosotros no son
    sin nosotros no son
    sin nosotros no son
    sin nosotros no son
    sin nosotros...

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  2. Pobres de los padres
    que crean que sus hijos
    dependerán de ellos
    para siempre.

    ResponderEliminar

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