Literatura revolucionaria



Una vez más, Javier Pérez Andújar enarbola la bandera lorquiana que pide para todos medio pan y un libro, y escribe para nosotros el libro de los que hasta ese medio pan tuvieron, han tenido, tienen y tendrán que ganárselo a través de la protesta multitudinaria, de la revuelta sindical, del enfrentamiento contra las fuerzas policiales, armadas, represoras.

En Paseos con mi madre el narrador vaga por las orillas del Besòs –la de ahora y la de entonces–, por las calles de Barcelona –esas que uno de San Adrián no podía frecuentar sin levantar sospechas–, por los bloques hoy envejecidos y maltrechos que crecieron como setas en los años sesenta y setenta para acoger bien apretujado a tanto inmigrante-trabajador como cupo en los suburbios barceloneses –suburbios que nacieron sin vías ni medios de transporte, sin escuelas ni centros médicos; más bien como cajones donde guardar por las noches a los pobretones que nadie quería ver–… Divaga sobre los auténticos canales de acceso universal a la cultura, sobre el hábil manejo del miedo con que el poderoso acalla las necesidades de los humildes, sobre la deriva de la vida, sobre la escritura silenciosa e invisible que tiene lugar en largas caminatas, sobre el descubrimiento, la elaboración y la maduración del pensamiento analógico –verdadera piedra filosofal de la obra de Pérez Andújar–, sobre el difícil equilibrio entre nuestra poderosa identificación con un grupo –familiar, social, cultural– y la identidad individual que nos late dentro con fuerza también inusitada… Paseando con él, que pasea con su madre, conocemos a hombres y mujeres que quizá nunca volvamos a ver, reencontramos a sus viejos amigos –algunos tan maltrechos como los propios bloques–, charlamos breve pero significativamente sobre quienes hoy todavía lo acompañan –Laura, Manzano– y entablamos una relación ambigua –divertida, tierna, nostálgica, perdida de antemano– con Toni Disco, Quijote pictórico a quien el narrador sirve de Sancho, o con Ignasi, el no-esclavo, luego no-emancipado…

Por si fuera poco, Paseos con mi madre recupera la historia cercana, reciente, la historia en minúsculas, y nos recuerda así que no hay concesión del poderoso que no provenga de una conquista de los desprotegidos; que nadie regala democracia y bienestar, pero que más de uno está dispuesto a arrebatárselos al pueblo en cuanto se descuide; y que hasta una piedra diminuta puede entorpecer el paso marcial de quien ejerce su poder por encima de todos, siempre y cuando se le meta en el zapato. Ahora bien, ¿queremos ser la china que cambie el rumbo de las cosas, la piedrecita rebelde que el mandamás irritado pise y, tras sacarla, lance con saña? ¿A qué estamos dispuestos por un futuro mejor?

Tres libros –Los príncipes valientes, Todo lo que se llevó el diablo y Paseos con mi madre– han bastado para que Javier Pérez Andújar se convierta en un autor de culto –espero que me perdone la expresión, que muy probablemente le hará enrojecer de la risa–. En ellos resuena una misma voz lúcida y humorística, un mismo pensamiento ágil y rotundo, una misma conciencia de clase sin adscripción política a ningunas siglas, una misma tozuda determinación de comunicar, sin pretensiones, la buena nueva: que el hombre puede salvarse a través de los libros. Lo prueban con creces estas tres novelas. Su convicción es sincera, y sus libros, bien que políticos, tajantes e incómodos para los tradicionales cortadores del bacalao, son literatura conmovedora, deliciosa e hilarante. Auténtica literatura revolucionaria.

Comentarios

  1. Una reseña extraordinaria para un libro maravilloso.

    Gracias, Javier.

    Gracias, Pepa.

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  2. Gracias, Harry.

    Por todo.

    Como siempre.

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